- Causas de la Independencia Clasificación Internas Externas Inmediatas Mediatas Todas aquellas de larga data Ocurren fuera de América- Chile Ocurren en América - Chile Las de corta data INDEPENDENCIA DE EE.UU 1776: separación de 13 colonias inglesas en la costa atlántica de América del norte, del poder Inglés. ILUSTRACIÓN (Francia – Inglaterra): corriente de pensamiento europea del siglo XVIII. REVOLUCIÓN FRANCESA 1789-99: expresión de las ideas ilustradas en Francia, al reemplazar una monarquía por una república. DESCONTENTO DE LOS CRIOLLOS: por la forma de administración colonial española que los marginaba del poder político. CAUTIVERIO DE FERNANDO VII REY DE ESPAÑA 1808: Napoleón Bonaparte invadió España para concretar sus planes de expansión territorial hacia territorio portugués , dejando en el poder a su hermano José Bonaparte “pepe botella”. El pueblo español reacciona formando juntas de gobierno , mientras dura el cautiverio del su rey. ILUSTRACIÓN (Francia – Inglaterra) INDEPENDENCIA DE EE.UU 1776 REVOLUCIÓN FRANCESA 1789-99 DESCONTENTO DE LOS CRIOLLOS CAUTIVERIO DE FERNANDO VII REY DE ESPAÑA 1808:
- Etapas de la independencia 1810-1814 1817-1823 1814-1817 Primera Junta Nacional de Gobierno, 18 de Septiembre de 1810. Se decreta libertad de comercio Convoca a elecciones para un 1er Congreso Nacional Primer Congreso Nacional, 1811 Se decreta Libertad de vientre Gobierno de José Miguel Carrera, 1811-1813. Creación Aurora de Chile Relaciones diplomáticas con EE.UU Primeros símbolos patrios Firma el Tratado de Lircay Desastre de Rancagua Gobierno de Bernardo O´higgins Acta de Independencia Constituciones de 1818 y 1822 Creación Cementerio General Creación Escuela s Militar y Naval. Abolición de título s de nobleza y Mayorazgos Batalla de Cancha Rayada Batalla de Maipú, consolidación proceso de Independencia Abdicación de O´higgins, exilio en Perú Gobierno de Mariano Osorio Restablece la Real Audiencia Elimina Instituciones creadas por los patriotas Firma el Tratado de Lircay Vicente San Bruno comandante batallón Talavera Creación Tribunal de Vindicación Destierro de patriotas a la Isla de Juan Fernández Gobierno de Casimiro Marcó del Pont Tribunal de Vigilancia y Seguridad Pública Manuel Rodríguez Erdoiza Organización montoneras y guerrillas Dispersa al ejercito Realista Formación del Ejercito Libertador de los Andes Batalla de Chacabuco Marcó del Pont es apresado y San Bruno fusilado Patria Nueva Reconquista Patria Vieja
- Primer Congreso Nacional Gobierno de José Miguel Carrera, Desastre de Rancagua Primera Junta Nacional de Gobierno * Creó nuevos cuerpos militares y reorganizó los existentes. * Decretó la apertura de los puertos chilenos al tráfico internacional (Comercio Libre) y dictó una Ordenanza de Aduanas complementaria. * Estableció relaciones con la Junta de Buenos Aires. * Por una disposición especial, se eximió por un año y medio de todo impuesto a libros, planos, mapas, armas, imprentas, instrumentos de física, herramientas y maquinarias y todos los elementos que dan impulso al progreso de la sociedad. * Convocó a un Congreso Nacional, cuya función seria relevar en el corto plazo a la Junta del mando. * El golpe de estado Realista, conocido como "Motín de Figueroa", la obligó a disolver la Real Audiencia, institución que había sido tradicionalmente el principal reducto realista. · Se creó el Tribunal Supremo Judiciario, en reemplazo de la disuelta Real Audiencia y del Consejo de Indias, · En el orden administrativo, se creó una tercera provincia, la de Coquimbo. · Se dispuso el cese del envío de dinero a Lima para la Inquisición que ejercía jurisdicción en Chile. · En el orden económico, se autorizó, por dos años, el cultivo del tabaco, se aumentaron algunos impuestos y se disminuyeron los gastos fiscales. · En asuntos eclesiásticos se suprimieron los derechos parroquiales, que se pagaban por la administración de sacramentos, y, en cambio, se acordó una pequeña subvención a la Iglesia por cuenta del Estado. · Una de las reformas más importante fue la abolición parcial de la esclavitud, por iniciativa de Manuel de Salas. Se declaró libre a todo hijo de esclavo Nacido en Chile. Asimismo, se prohibió la internación de esclavos al país. Esta ley fue conocida como de "Libertad de vientres" · Por decreto del 16 de Enero se dicta la ley que establece la Prensa en Chile, fundando "La Aurora de Chile". · Por decreto del 1º de Junio se funda el Instituto Nacional. · 04 de Julio, da a conocer primera bandera nacional (azul, blanco y amarillo). · Por decreto del 3 de Agosto se funda la Biblioteca Nacional. · Por decreto del 21 de Agosto se abren las primeras escuelas públicas de Beneficencia. · Creó la Junta de Vacuna. · 26 de Octubre, se aprueba la Primera Constitución. · Primeras Relaciones Diplomáticas. · Promueve la construcción de un cuartel para el cuerpo militar "Granaderos". · 30 de Octubre, Primer Escudo Nacional. · Como Presidente de Chile, echó las bases de las instituciones democráticas y organizó el ejército que debía librar las primeras batallas de la Independencia. 1813 Después de 33 horas de resistencia, O'Higgins decidió salir con sus tropas y atravesar, a sangre y fuego, la línea enemiga. Sólo un tercio de los soldados chilenos sobrevivieron. Por eso la historia conoce este episodio como el Desastre de Rancagua. Con él se puso fin al primer intento independentista de Chile, que se conoce como Patria Vieja; y se inició el periodo de Reconquista, por parte de los españoles. Patria Vieja 1810 - 1814
- Mariano Osorio Casimiro Marcó del Pont Manuel Rodríguez Erdoiza Batalla Chacabuco, 12 de febrero de 1817 Luego de la Batalla de Rancagua, Mariano Osorio asume la Gobernación de Chile. El gobernador reinstaura el antiguo régimen y todas sus instituciones. De igual forma disuelve todo lo instaurado por los "patriotas" durante el periodo de la Patria Vieja. Osorio, a pesar de haber ordenado la deportación de una centena de notables patriotas al Archipiélago de Juan Fernández, intentó llevar a cabo conscientemente un gobierno de reconciliación entre los bandos enfrentados(patriotas y realistas); por eso ordenó el tribunal encargado de enjuiciar a posibles antiguos patriotas, con vecinos benevolentes que perdonaron en reiteradas ocasiones. Durante su gobierno se llevó a cabo una represión brutal a todos los que habían participado en el movimiento independentista. Algunos notables fueron deportados al Archipiélago de Juan Fernández y otros sufrieron las vejaciones y humillaciones del tristemente famoso Regimiento Los Talaveras de la Reina, a cargo del Capitán Vicente San Bruno. Su mandato fue muy resistido por la población debido a la acción represiva, su odiosa gestión administrativa y a la estigmatización de su refinada figura. Manuel Rodríguez, el patriota a cuya cabeza le tenía puesta una recompensa, alguna vez le abrió la puerta de calesa, en la Plaza de Armas, obteniendo una moneda del gobernador. Entre 1815 y 1817, Manuel Rodríguez logra llevar el desorden entre las tropas realistas y organiza una red de corresponsales que se convertían, cuando las circunstancias lo requerían, en jefes de partidas volantes que aparecían y desaparecían como por arte de magia. El guerrillero era un genio del disfraz y escurridizo como un fantasma. Su osadía llegó al punto de abrirle la puerta del carruaje al mismísimo Casimiro Marcó del Pont a la salida del edificio gubernamental y además recibir una moneda por el servicio de parte del gobernador. Pronto la figura del Montonero adquiere el relieve y la aureola de la leyenda con sus acciones revolucionarias a las mismas espaldas de los realistas. Sus hazañas fueron la comidilla de las tertulias populares del pueblo. Gracias a la Batalla de Chacabuco, en la que los patriotas salieron victoriosos, pudieron recuperar a Chile y de ese modo finalizó el período de la Reconquista o Restauración y comenzó el período de la Patria Nueva Reconquista 1814-1817
- Jura de la Independencia 12 de febrero 1818. Abdicación de O’Higgins -1823 Batalla de Maipú, 1818 El Acta de Independencia de Chile es el documento mediante el cual Chile declaró solemnemente su independencia de la monarquía española. Fue redactada a inicios de 1818 y aprobada por el Director Supremo Bernardo O'Higgins el 12 de febrero del mismo año, en la ciudad de Talca, aunque fue datada en Concepción a 1 de enero de 1818 La ceremomia de jura de la independencia se realizó el 12 de febrero del mismo año, fecha del primer aniversario de la Batalla de Chacabuco. La Batalla de Maipú fue un enfrentamiento armado que tuvo lugar el 5 de abril de 1818, en el valle del Maipo, entre las fuerzas patriotas argentino-chilenas y los realistas, el cual decidió en gran parte la Independencia de Chile. Debido a los constantes problemas políticos del gobierno de O'Higgins, tanto con la aristocracia de Santiago como con la de Concepción, la situación interna del país comenzó a deteriorarse profundamente, hasta llegar a la sublevación de los Ejércitos del sur, los que, encabezados por Ramón Freire, se disponen a marchar a Santiago, para enfrentar a O'Higgins. Este hecho determina que Bernardo O'Higgins abdique al poder en favor de una Junta de Gobierno, con el fin de evitar una guerra civil. La junta le hará entrega del poder a Ramón Freire. Patria Nueva 1817-1823
Esta es mi cara y èsta es mi alma: leed. Unos ojos de hastio y una boca de sed...Lo demàs, nada...Vida...Lo que se sabe..Calaveradas, amorios..Nada grave, Um poco de locura, un algo de poesia, una gota del vino de melancolia..Vicios? Todos...Ninguno..Jugador, no lo he sido; ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido...Las mujeres...Sin ser un tenorio, !eso no!! tengo una que me quiere y otra a quien quero yo.
domenica 18 settembre 2011
Independencia De Chile
sabato 17 settembre 2011
UNIDAD II. CONSTRUCCION DE UNA IDENTIDAD MESTIZA.
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DECLARACIÓN DE ALGUNAS DUDA QUE SE PUEDEN OFRECER EN ESTA OBRA
PORQUE MUCHOS NO ENTENDERÁN ALGUNOS VOCABLOS O NOMBRES QUE, AUNQUE DE INDIOS, SON TAN RECIBIDOS Y USADOS EN AQUELLA TIERRA DE LOS NUESTROS, QUE NO LOS HAN MUDADO EN NUESTRO LENGUAJE, SERÁ BIEN DECLARARLOS AQUÍ; PORQUE YO, PARA VARIAR, USO ALGUNA VEZ DE ELLOS, EL QUE LEYERA ESTE LIBRO NO TENGA QUE PREGUNTAR.
Chili es una provincia grande, que contiene en sí otras mucha provincias: toma el nombre Chili toda la provincia del cual tuvieron noticia los españoles por el oro que en él se sacaba. Y como entraron en su demanda a toda la pusieron nombre de Chili hasta el Estrecho de Magallanes.
El estado de Arauco es una provincia pequeña de veinte leguas de largo y siete de ancho poco más o menos, que produce la gente más belicosa que ha habido en las Indias y por eso es llamado el Estado indómito: llámanse los indios dél araucanos, tomando el nombre de la provincia.
Puelches se llaman los indios de la sierra, que son fortísimos y ligeros, aunque de menos entendimiento que los otros.
Arcabuco es una espesura grande de árboles altos y boscaje.
Bohío es una casa pajiza grande de sola una pieza sin alto.
Llauto es un tronco o rodete redondo, ancho de dos dedos, que ponen por la frente y les ciñe la cabeza: son labrados de oro y chaquira, con muchas piedras y dijes en ellos, en los cuales asientan las plumas o penachos de que ellos son muy amigos: no los traen en la guerra, porque entonces usan celadas.
Chaquira son unas cuentas muy menudas a manera de aljófar, que las hallan por las marinas, y cuanto más menudas, son más preciadas: labran y adornan con ellas sus llautos, y las mujeres sus vinchos, que son como una cinta angosta que les ciñe la cabeza por la frente, a manera de bicos; andan siempre en cabello, y suelto por los hombros y espaldas.
Yanaconas son indios mozos amigos, que sirven a los españoles; andan en su traje, y algunos muy bien tratados, que se precian mucho de policía en su vestido; pelean a las veces en favor de sus amos, y algunos animosamente, especial cuando los españoles dejan los caballos y pelean a pie, porque en las retiradas los suelen dejar en las manos de los enemigos, que los matan crudelísimamente.
Palla es lo que llamamos nosotros señora: pero entre ellos nos alcanza este nombre sino la noble de linaje y señora de muchos vasallos y haciendas.
Apó es señor o capitán absoluto de los otros.
Eponamón es nombre que dan al demonio, por el cual juran cuando quieren obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.
Caciques, quiere decir señor de vasallos, que tiene gente a su cargo. Los Caciques toman el nombre de los valles de donde son señores, y de la misma manera los hijos o sucesores que suceden en ellos. Declárase esto, porque los que mueren en la guerra se oirán después nombrar en otra batalla: entiéndase que son los hijos o sucesores de los muertos.
Coquimbo es el primer valle de Chile donde pobló el capitán Valdivia un pueblo que le llamó la Serena, donde por ser él natural de la Serena: tiene un muy buen puerto de mar, y llámase también el pueblo Coquimbo, tomando el nombre del valle.
Mapochó es un hermoso valle, donde los españoles poblaron la ciudad de Santiago, y llámase asimismo el pueblo Mapochó.
Penco es un valle muy pequeño y no llano; pero porque es puerto de mar, poblaron en él los españoles una ciudad, la cual llamaron la Concepción.
Angol se llama el valle donde poblaron otra ciudad, y le pusieron nombre de los Confines de Angol.
Cautín es un valle hermosísimo y fértil, donde los españoles fundaron la más próspera ciudad que ha habido en aquellas partes, la cual tenía trescientos mil indios casados de servicio: llamáronla Imperial, porque cuando entraron los españoles en aquella provincia, hallaron sobre todas las puertas y tejados águilas imperiales de dos cabezas hechas de palo a manera de timbre de armas, que cierto es extraña cosa y de notar, pues jamás en aquella tierra se ha visto ave con dos cabezas.
Villarrica es otro pueblo que fundaron los españoles a la ribera de un lago pequeño cerca de los volcanes, que lanzan a tiempos tanto fuego y tan alto, que acontece llover en el pueblo ceniza.
Valdivia es un pueblo bueno y provechoso: tiene un puerto de mar por un río arriba tan seguro, que varan las naos en tierra, y está fundado no muy lejos de un gran lago, al cual y a la ciudad llamó Valdivia de su nombre. Entiéndese que cuando se fundaron estos pueblos, era Valdivia capitán general de los españoles, y a él se atribuye la gloria del descubrimiento y población de Chili.
Caupolicán fue hijo de Leocán, y Lautaro hijo de Pillán. Declaro esto, porque como son capitanes señalados, de los cuales la historia hace muchas veces mención, por no poner tantas veces sus nombres, me aprovecho de los de sus padres.
Mita es la carga o tributo que trae el indio tributario.
Mitaya es el indio que la lleva o trae.
Chili es una provincia grande, que contiene en sí otras mucha provincias: toma el nombre Chili toda la provincia del cual tuvieron noticia los españoles por el oro que en él se sacaba. Y como entraron en su demanda a toda la pusieron nombre de Chili hasta el Estrecho de Magallanes.
El estado de Arauco es una provincia pequeña de veinte leguas de largo y siete de ancho poco más o menos, que produce la gente más belicosa que ha habido en las Indias y por eso es llamado el Estado indómito: llámanse los indios dél araucanos, tomando el nombre de la provincia.
Puelches se llaman los indios de la sierra, que son fortísimos y ligeros, aunque de menos entendimiento que los otros.
Arcabuco es una espesura grande de árboles altos y boscaje.
Bohío es una casa pajiza grande de sola una pieza sin alto.
Llauto es un tronco o rodete redondo, ancho de dos dedos, que ponen por la frente y les ciñe la cabeza: son labrados de oro y chaquira, con muchas piedras y dijes en ellos, en los cuales asientan las plumas o penachos de que ellos son muy amigos: no los traen en la guerra, porque entonces usan celadas.
Chaquira son unas cuentas muy menudas a manera de aljófar, que las hallan por las marinas, y cuanto más menudas, son más preciadas: labran y adornan con ellas sus llautos, y las mujeres sus vinchos, que son como una cinta angosta que les ciñe la cabeza por la frente, a manera de bicos; andan siempre en cabello, y suelto por los hombros y espaldas.
Yanaconas son indios mozos amigos, que sirven a los españoles; andan en su traje, y algunos muy bien tratados, que se precian mucho de policía en su vestido; pelean a las veces en favor de sus amos, y algunos animosamente, especial cuando los españoles dejan los caballos y pelean a pie, porque en las retiradas los suelen dejar en las manos de los enemigos, que los matan crudelísimamente.
Palla es lo que llamamos nosotros señora: pero entre ellos nos alcanza este nombre sino la noble de linaje y señora de muchos vasallos y haciendas.
Apó es señor o capitán absoluto de los otros.
Eponamón es nombre que dan al demonio, por el cual juran cuando quieren obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.
Caciques, quiere decir señor de vasallos, que tiene gente a su cargo. Los Caciques toman el nombre de los valles de donde son señores, y de la misma manera los hijos o sucesores que suceden en ellos. Declárase esto, porque los que mueren en la guerra se oirán después nombrar en otra batalla: entiéndase que son los hijos o sucesores de los muertos.
Coquimbo es el primer valle de Chile donde pobló el capitán Valdivia un pueblo que le llamó la Serena, donde por ser él natural de la Serena: tiene un muy buen puerto de mar, y llámase también el pueblo Coquimbo, tomando el nombre del valle.
Mapochó es un hermoso valle, donde los españoles poblaron la ciudad de Santiago, y llámase asimismo el pueblo Mapochó.
Penco es un valle muy pequeño y no llano; pero porque es puerto de mar, poblaron en él los españoles una ciudad, la cual llamaron la Concepción.
Angol se llama el valle donde poblaron otra ciudad, y le pusieron nombre de los Confines de Angol.
Cautín es un valle hermosísimo y fértil, donde los españoles fundaron la más próspera ciudad que ha habido en aquellas partes, la cual tenía trescientos mil indios casados de servicio: llamáronla Imperial, porque cuando entraron los españoles en aquella provincia, hallaron sobre todas las puertas y tejados águilas imperiales de dos cabezas hechas de palo a manera de timbre de armas, que cierto es extraña cosa y de notar, pues jamás en aquella tierra se ha visto ave con dos cabezas.
Villarrica es otro pueblo que fundaron los españoles a la ribera de un lago pequeño cerca de los volcanes, que lanzan a tiempos tanto fuego y tan alto, que acontece llover en el pueblo ceniza.
Valdivia es un pueblo bueno y provechoso: tiene un puerto de mar por un río arriba tan seguro, que varan las naos en tierra, y está fundado no muy lejos de un gran lago, al cual y a la ciudad llamó Valdivia de su nombre. Entiéndese que cuando se fundaron estos pueblos, era Valdivia capitán general de los españoles, y a él se atribuye la gloria del descubrimiento y población de Chili.
Caupolicán fue hijo de Leocán, y Lautaro hijo de Pillán. Declaro esto, porque como son capitanes señalados, de los cuales la historia hace muchas veces mención, por no poner tantas veces sus nombres, me aprovecho de los de sus padres.
Mita es la carga o tributo que trae el indio tributario.
Mitaya es el indio que la lleva o trae.
CANTO XXXVII
EN ESTE ÚLTIMO CANTO SE TRATA CÓMO LA GUERRA ES DE DERECHO DE LAS GENTES, Y SE DECLARA EL QUE EL REY DON FELIPE TUVO AL REINO DE PORTUGAL, JUNTAMENTE CON LOS REQUERIMIENTOS QUE HIZO A LOS PORTUGUESES PARA JUSTIFICAR MÁS SUS ARMAS.
CANTO XXXVII
Canto el furor del pueblo castellano
con ira justa y pretensión movido,
y el derecho del reino lusitano
a las sangrientas armas remitido.
La paz, la unión, el vínculo christiano
en rabiosa discordia convertido,
las lanzas de una parte y otra airadas
a los parientes pechos arrojadas.
La guerra fue del cielo derivada
y en el linaje humano transferida,
cuando fue por la ruta reservada
nuestra naturaleza corrompida.
Por la guerra la paz es conservada
y la insolencia humana reprimida,
por ella a veces Dios el mundo aflige,
le castiga, le enmienda y le corrige;
por ella a los rebeldes insolentes
oprime la soberbia y los inclina,
desbarata y derriba a los potentes
y la ambición sin término termina;
la guerra es de derecho de las gentes
y el orden militar y diciplina
conserva la república y sostiene,
y las leyes políticas mantiene.
Pero será la guerra injusta luego
que del fin de la paz se desviare,
cuando por venganza o furor ciego,
o fin particular se comenzare;
pues ha de ser, si es público el sosiego,
pública la razón que le turbare:
no puede un miembro solo en ningún modo
romper la paz y unión del cuerpo todo;
que así como tenemos profesada
una hermandad en Dios y ayuntamiento,
tanto del mismo Christo encomendada
en el último eterno Testamento,
no puede ser de alguno desatada
esta paz general y ligamiento,
si no es por causa pública o querella
y autoridad del rey defensor della.
Entonces como un ángel sin pecado,
puesta en la causa universal la mira,
puede tomar las armas el soldado
y en su enemigo esecutar la ira;
y cuando algún respeto o fin privado
le templa el brazo, encoge y le retira,
demás de que en peligro pone el hecho,
peca y ofende al público derecho.
Por donde en justa guerra permitida
puede la airada vencedora gente
herir, prender, matar en la rendida
y hacer al libre, esclavo y obediente:
que el que es señor y dueño de la vida,
lo es ya de la persona y justamente
hará lo que quisiere del vencido,
que todo al vencedor le es concedido.
Y pues en todos tiempos y ocasiones
por la causa común, sin cargo alguno,
en batallas formadas y escuadrones
puede usar de las armas cada uno,
por las mismas legítimas razones
es lícito el combate de uno a uno,
a pie, a caballo, armado, desarmado,
ora sea campo abierto, ora estacado.
En guerra justa es justo el desafío,
la autoridad del príncipe interpuesta,
bajo de cuya mano y señorío
la ordenada república está puesta;
mas si por caso propio o albedrío
se denuncia el combate y se protesta,
sea provocador o provocado
es ilícito, injusto y condenado,
y los christianos príncipes no deben
favorecer jamás ni dar licencia
a condenadas armas que se mueven
por odio, por venganza o competencia;
ni decidan las causas, ni se prueben
remitiendo a las fuerzas la sentencia,
pues por razón oculta a veces veo
que sale vencedor el que fue reo.
Y el juicio de las armas sanguinoso
justa y derechamente se condena,
pues vemos el incierto fin dudoso,
según la Suma Providencia ordena;
que el suceso ora triste, ora dichoso
no es quien hace la causa mala o buena,
ni jamás la justicia en cosa alguna
está sujeta a caso ni a fortuna.
Digo también que obligación no tiene
de inquirir el soldado diligente
si es lícita la guerra y si conviene
si se mueve injusta o justamente;
que sólo al rey, que por razón le viene
la obediencia y servicio de su gente
como gobernador de la república,
le toca examinar la causa pública.
Y pues del rey como cabeza pende
el peso de la guerra y grave carga,
y cuanto daño y mal della depende
todo sobre sus hombros solo carga.
Debe mucho mirar lo que pretende,
y antes que dé al furor la rienda larga,
justificar sus armas prevenidas,
no por codicia y ambición movidas.
Como Felipe en la ocasión presente,
que de precisa obligación forzado,
en favor de las leyes justamente
las permitidas armas ha tomado;
no fundando el derecho en ser potente
ni de codicia de reinar llevado,
pues se estiende su cetro y monarquía
hasta donde remata el sol su vía.
Mas de ambición desnudo y avaricia
( que a los sanos corrompe y inficiona ),
llamado del derecho y la justicia
contra el rebelde reino va en persona;
y a despecho y pesar de la malicia
que le niega y le impide la corona,
quiere abrir y allanar con mano armada
a la razón la defendida entrada.
Y aunque con justa indignación movido,
sus fuerzas y poder disimulando
detiene el brazo en alto suspendido,
el remedio de sangre dilatando;
y con prudencia y ánimo sufrido
su espada y pretensión justificando
quebrantará después con aspereza
del contumaz rebelde la dureza.
Oprimirá con fuerza y mano airada
la soberbia cerviz d los traidores,
despedazando la pujante armada
de los galos piratas valedores;
y con rigor y furia disculpada,
como hombres de la paz perturbadores,
muerto Felipe Strozi su caudillo,
serán todos pasados a cuchillo.
No manchará esta sangre su clemencia,
sangre de gente pérfida enemiga,
que si el delito es grave y la insolencia,
clemente es y piadoso el que castiga.
Perdonar la maldad es dar licencia
para que luego otra mayor se siga;
cruel es quien perdona a todos todo,
como el que no perdona en ningún modo.
Que no está en perdonar el ser clemente
si conviene el rigor y es importante,
que el que ataja y castiga el mal presente
huye de ser cruel para adelante.
Quien la maldad no evita, la consiente,
y se puede llamar participante
y el que a los malos públicos perdona
la república estraga e inficiona.
No quiero yo decir que no es gran cosa
la clemencia, virtud inestimable,
que el perdonar vitoria es gloriosa,
y en el más poderoso más loable;
pero la paz común tan provechosa
no puede sin justicia ser durable,
que el premio y el castigo a tiempo usados
sustentan las repúblicas y estados.
Y no todo el exceso y mal que hubiere
se puede remediar ni se castiga,
que el tiempo a veces y ocasión requiere
que todo no se apure ni se siga;
príncipe que saberlo todo quiere
sepa que a perdonar mucho se obliga:
que es medicina fuerte y rigurosa
descarnar hasta el hueso cualquier cosa.
La clemencia a los mismos enemigos
aplaca el odio y ánimo indignado,
engendra devoción, produce amigos,
y atrae el amor del pueblo aficionado;
que el continuo rigor en los castigos
hace al príncipe odioso y defamado:
oficio es propio y propio de los reyes
embotar el cuchillo de las leyes.
Y se puede decir que no importara
disimular los males ya pasados
si dello ánimo el malo no tomara
para nuevos insultos y pecados;
el miedo del castigo es cosa clara
que reprime los ánimos dañados
y el ver al malhechor puesto en el palo,
corrige la maldad y emienda al malo.
Mas también el castigo no se haga
como el indocto y crudo cirujano
que siendo leve el mal, poca la llaga,
mete los filos mucho por lo sano,
y con el enconoso hierro estraga
lo que sanara sin tocar la mano;
que no es buena la cura y esperiencia
si es más recia y peor que la dolencia.
Quiérome declarar, que algún curioso
dirá que aquí y allí me contradigo:
virtud es castigar cuando es forzoso
y necesario el público castigo;
virtud es perdonar el poderoso
la ofensa del ingrato y enemigo
cuando es particular, o que se entienda
que puede sin castigo haber emienda.
Voime de punto en punto divirtiendo,
y el tiempo es corto y la materia larga,
en lugar de aliviarme, recibiendo
en mis cansados hombros mayor carga;
así de aquí adelante resumiendo
lo que menos me importa y más me carga;
quiero volver a Portugal la pluma,
haciendo aquí un compendio y breve suma.
¿ Qué es esto, ¡ oh lusitanos !, que engañados
contraponéis el obstinado pecho
y con armas y brazos condenados
queréis violar las leyes y el derecho ?
¡ Qué ! ¿ No mueve esos ánimos dañados
la paz común y público provecho,
el deudo, religión, naturaleza,
el poder de Felipe y la grandeza ?
Mirad con qué largueza os ha ofrecido
hacienda, libertades y esenciones,
no a término forzoso reducido,
mas con formado campo y escuadrones;
y casi murmurando, ha detenido
las armas, convenciéndoos con razones,
cual padre que reduce por clemencia
al hijo inobediente a la obediencia.
¿ Qué ciega pretensión, qué embaucamiento,
qué pasión pertinaz desatinada
saca así la razón tan de su asiento,
y tiene vuestra mente trastornada,
que una unida nación por sacramento
y con la cruz de Christo señalada,
envuelta en crueles armas homicidas,
dé en sus propias entrañas las heridas,
y unas mismas divisas y banderas
salgan de alojamientos diferentes,
trayendo mil naciones estranjeras
que derraman la sangre de inocentes
y introducen errores y maneras
de pegajosos vicios insolentes,
dejando con su peste derramada
la católica España inficionada ?
A vos Eterno Padre Soberano,
el favor necesario y gracia pido
y os suplico queráis mover mi mano
pues en vos y por vos todo es movido,
para que al portugués y al castellano
dé justamente lo que es debido,
sin que me tuerza y saque de lo justo
particular respeto ni otro gusto.
Y pues Vos conocéis los corazones
y el justo celo con que el mío se mueve,
y en los buenos propósitos y acciones
el principio tenéis y el fin se os debe,
dadme espíritu igual, dadme razones
con que informe mi pluma que se atreve
a emprender ( temeraria y arrojada )
con tan poco caudal tan gran jornada.
Queriendo Sebastián, rey lusitano,
con ardor juvenil y movimiento
romper el ancho término africano
y oprimir el pagano atrevimiento,
prometiéndole entrada y paso llano
su altivo y levantado pensamiento,
allegó de aquel reino brevemente
la riqueza, poder, la fuerza y gente.
Mas el Rey don Felipe, que al sobrino
vio moverse a la empresa tan ligero,
el errado designio contravino
con consejo de padre verdadero;
y pensando apartarle del camino
que iba a dar a tan gran despeñadero,
hizo que en Guadalupe se juntasen
para que allí sobre ello platicasen.
No bastaron razones suficientes
ni el ruego y persuasión del grave tío,
ni una gran multitud de inconvenientes
que pudieran volver atrás un río,
ni el poner la cerviz de tantas gentes
bajo de un solo golpe al albedrío
de la inconstante y variable diosa,
de revolver el mundo deseosa,
que el orgulloso mozo, prometiendo
lo que el justo temor dificultaba,
los prudentes discursos rebatiendo,
todos los contrapuestos tropellaba,
y tras la libre voluntad corriendo
su muerte y perdición apresuraba,
que no basta consejo ni advertencia
contra el decreto y la fatal sentencia.
¿ Quién cantará el suceso lamentable
aunque tenga la voz más expedida
y aquel sangriento fin tan miserable
de la jornada y gente mal regida,
la ruina de un reino irreparable,
la fama antigua en un sólo día perdida,
todo por voluntad de un mozo ardiente,
movido sin razón por acidente ?
Otro refiera el aciago día,
que a los más tristes en miseria excede,
que aunque sangrienta está la pluma mía,
correr por tantas lástimas no puede.
Quiero seguir la comenzada vía,
si el alto cielo aliento me concede,
que ya de aquesta parte también siento
armarse un gran ñublado turbulento.
Después que el mozo Rey voluntarioso
al africano ejército asaltando,
en el ciego tumulto polvoroso
murió en montón confuso peleando,
y la fortuna de un vaivén furioso
derrocó cuatro reyes, ahogando
la fama y opinión de tanta gente,
revolviendo las armas del Poniente,
fue luego en Portugal por rey jurado
don Enrique , el hermano del agüelo
Cardenal y presbítero ordenado,
persona religiosa y de gran celo,
de años y enfermedades agravado,
más que para este mundo para el cielo,
ofreciéndole el reino la fortuna,
con poca vida y sucesión ninguna.
El gran Felipe, en lo íntimo sintiendo
del reino y muerto Rey la desventura,
y del enfermo don Enrique viendo
la mucha edad y vida mal segura,
como sobrino y sucesor, queriendo
aclarar su derecho en coyuntura,
que por la transversal propincua vía
a los reyes y títulos tenía,
con celosa y loable providencia
hizo juntar doctísimos varones
de grande christiandad y suficiencia,
desnudos de interese y pretensiones,
que conforme a derecho y a conciencia,
no por torcidas vías y razones,
mirasen en el grado que él estaba
si el pretendido reino le tocaba.
Que doña Catalina, como parte,
Duquesa de Verganza, pretendía
por hija del infante don Duarte
que de derecho el reino le venía;
y también don Antonio de otra parte
a la corona y cetro se oponía;
mas aunque del común favorecido,
era por no legítimo escluido;
y que hecho el examen, cada uno,
a tan arduo negocio conveniente,
sin miramiento ni respeto alguno
diesen sus pareceres libremente;
porque en tiempo quieto y oportuno,
prevenido al mayor inconveniente,
si el reino a la razón no se allanase,
sus armas y poder justificase.
Todos los cuales claramente viendo
que el transversal por ley y fuero llano
no representa al padre, sucediendo
el legítimo deudo más cercano,
el varón a la hembra prefiriendo,
y al de menos edad el más anciano,
yendo la sucesión y precedencia
por derecho de sangre y no de herencia,
don Antonio escluido y apartado
por ley humana y por razón divina,
y el derecho igualmente examinado
de don Felipe y doña Catalina
decendientes del tronco en igual grado,
él sobrino de Enrique, ella sobrina,
él varón, ella hembra, él rey temido,
mayor de edad y de mayor nacido,
atento al fuero, a la costumbre, al hecho
y otras muchas razones que juntaron
con recto, justo, igual y sano pecho,
sin discrepar, conformes declararon
ser don Felipe sucesor derecho
y el reino por la ley le adjudicaron
con tierras, mares, títulos y estados
bajo de la corona conquistados.
Vista, pues, don Felipe su justicia
por tan bastantes hombres declarada,
sospechoso del odio y la malicia
de la plebeya gente libertada,
y la intrínsica y vieja inimicicia
en los pechos de muchos arraigada,
quiso tentar en estas novedades
el ánimo del pueblo y voluntades.
Y con piadoso celo, deseando
el bien del reino y público sosiego,
en la mente perpleja iba trazando
cómo echar agua al encendido fuego,
por todos los caminos procurando
aquietar el común desasosiego,
que ya con libertad, sin corregirse
comenzaba en el pueblo a descubrirse.
Para lo cual fue dél luego elegido
don Christóbal de Mora , en quien había
tantas y tales partes conocido
cuales el gran negocio requería:
de ilustre sangre en Portugal nacido
de quien como vasallo el Rey podría
con ánimo seguro y esperanza
hacer también la misma confianza,
y enterarse del celo y sano intento
tantas veces por él representado,
entendiendo la fuerza y fundamento
de su causa y derecho declarado;
no traído por término violento
ni deseo de reinar desordenado
mas por rigor de la justicia pura,
por ley, razón, por fuero y por natura.
Así que esto por él reconocido
como de rey tan justo se esperaba,
mirase el gran peligro en que metido
el patrio reino y christiandad estaba;
y tuviese por bien fuese servido
de sosegar la alteración que andaba,
declarándole en forma conveniente
por sucesor derecha y justamente.
Con que en el suelto pueblo cesaría
el tumulto y escándalos estraños,
y su declaración atajaría
grandes insultos y esperados daños,
haciendo que en la forma que solía,
para después de sus felices años,
el reino le jurase según fuero,
por legítimo príncipe heredero.
Hecha por don Christóbal la embajada
y de Felipe la intención propuesta,
tibiamente de Enrique fue escuchada,
dando una ambigua y frívola respuesta,
que por más que le fue representada
la justicia del Rey tan manifiesta,
procuraba con causas escusarse
sin querella aclarar ni declararse.
Visto, pues, dilatar el cumplimiento
de negocio tan arduo e importante,
por donde el popular atrevimiento
iba, cobrando fuerzas, adelante,
don Felipe envió con nuevo asiento
largo poder y comisión bastante
para sacar resolución alguna
a don Pedro Girón, duque de Osuna,
y al docto Guardiola juntamente,
porque con más instancia y diligencia,
vista de la tardanza el daño urgente
contra la paz común y convenencia,
diesen claro a entender cuán conveniente
era en tan gran discordia y diferencia,
que el rey se declarase por decreto,
cortando a mil designios el sujeto.
Y porque cosa alguna no quedase
por hacer y tentar todos los vados,
y la ciega pasión no perturbase
el sosiego y quietud de los estados,
antes que el odio oculto reventase,
dos eminentes hombres señalados
de los que en su Real Consejo había
últimamente a don Enrique envía:
uno Rodrigo Vázquez, que en prudencia,
en rectitud, estudio y diciplina
era de grande prueba y esperiencia,
de claro juicio y singular dotrina;
el otro de no menos suficiencia,
famoso en letras, el doctor Molina,
ambos varones raros, escogidos,
en gran figura y opinión tenidos;
para que Enrique, dellos informado,
y de todas las dudas satisfecho,
a las Cortes que ya se habían juntado
informasen también de su derecho,
y al pueblo contumaz y apasionado,
puesto delante el general provecho,
fueros y libertades prometiesen
con que a su devoción le redujesen.
Y aunque entendiese el viejo Rey prudente
ser esto lo que a todos convenía,
pues por la espresa ley derechamente
el reino a su sobrino le venía,
con larga dilación impertinente
el negocio suspenso entretenía,
a fin que aquellos súbditos y estados
fuesen con más ventaja aprovechados.
Pues como hubiese el tardo Rey dudoso
el término y respuesta diferido,
llegó aquel de la muerte presuroso,
del Autor de la vida estatuido:
por donde al sucesor le fue forzoso
viendo al rebelde pueblo endurecido,
juntar contra sus fines y malicia
las armas, y el poder con la justicia,
habiendo antes con todos procurado
muchos medios de paz por él movidos,
provocando al temoso y porfiado
con dádivas, promesas y partidos;
mas el poblacho terco y obstinado,
no estimando los bienes ofrecidos,
la enemistad del todo descubierta,
al derecho y razón cerró la puerta.
¡ Quién pudiera deciros tantas cosas
como aquí se me van representando:
tanto rumor de trompas sonorosas,
tanto estandarte al viento tremolando
las prevenidas armas sanguinosas
del portugués y castellano bando,
el aparato y máquinas de guerra,
las batallas de mar y las de tierra !
Veránse entre las armas y fiereza
materias de derecho y de justicia,
ejemplos de clemencia y de grandeza,
proterva y contumaz enemicicia,
liberal y magnánima largueza
que los sacos hinchó de la codicia,
y otros matices vivos y colores
que felices harán los escritores.
Canten de hoy más los que tuvieren vena,
y enriquezcan su verso numeroso
pues Felipe les da materia llena
y un campo abierto, fértil y espacioso:
que la ocasión dichosa y suerte buena
vale más que el trabajo infrutuoso,
trabajo infrutuoso como el mío,
que siempre he dado en seco y en vacío.
¡ Cuántas tierras corrí, cuántas naciones
hacia el helado norte atravesando,
y en las bajas antárticas regiones
el antípoda ignoto conquistando !
Climas pasé, mudé constelaciones
golfos innavegables navegando,
estendiendo, Señor, vuestra corona
hasta casi la austral frígida zona.
¿ Qué jornadas también por mar y tierra
habéis hecho que deje de seguiros ?
A Italia, Augusta, a Flandes, a Inglaterra,
cuando el reino por rey vino a pediros;
de allí el furioso estruendo de la guerra
al Pirú me llevó por más serviros,
do con suelto furor tantas espadas
estaban contra vos desenvainadas.
Y el rebelde indiano castigado
y el reino a la obediencia reducido,
pasé al remoto Arauco, que alterado
había del cuello el yugo sacudido,
y con prolija guerra sojuzgado
y al odioso dominio sometido,
seguí luego adelante las conquistas
de las últimas tierras nunca vistas.
Dejo por no cansaros y ser míos,
los inmensos trabajos padecidos,
la sed, el hambre, calores y los fríos,
la falta irremediable de vestidos;
los montes que pasé, los grandes ríos,
los yermos despoblados no rompidos,
riesgos, peligros, trances y fortunas
que aún son para contadas importunas.
Ni digo cómo al fin por acidente
del mozo capitán acelerado,
fui sacado a la plaza injustamente
a ser públicamente degollado;
ni la larga prisión impertinente
do estuve tan sin culpa molestado
ni mil otras miserias de otra suerte,
de comportar más graves que la muerte.
Y aunque la voluntad, nunca cansada,
está para serviros hoy más viva,
desmaya la esperanza quebrantada
viéndome proejar siempre agua arriba.
Y al cabo de tan larga y gran jornada
hallo que mi cansado barco arriba
y de la adversa fortuna contrastado
lejos del fin y puerto deseado.
Mas ya que de mi estrella la porfía
me tenga así arrojado y abatido,
verán al fin que por derecha vía
la carrera difícil he corrido;
y aunque más inste la desdicha mía,
el premio está en haberle merecido
y las honras consisten, no en tenerlas,
sino en sólo arribar a merecerlas.
Que el disfavor cobarde que me tiene
arrinconado en la miseria suma,
me suspende la mano y la detiene
haciéndome que pare aquí la pluma.
Así doy punto en esto pues conviene
para la grande innumerable suma
de vuestros hechos y altos pensamientos
otro ingenio, otra voz y otros acentos.
Y pues el fin y término postrero
no puede andar muy lejos ya mi nave,
y el tímido y dudoso paradero
el más sabio piloto no lo sabe,
considerando el corto plazo, quiero
acabar de vivir antes que acabe
el curso incierto de la incierta vida,
tantos años errada y distraída.
Que aunque esto haya tardado de mi parte
y a reducirme a lo postrero aguarde,
sé bien que en todo tiempo y toda parte
para volverse a Dios jamás es tarde;
que nunca su clemencia usó de arte
y así el gran pecador no se acobarde,
pues tiene un Dios tan bueno, cuyo oficio
es olvidar la ofensa y no el servicio.
Y yo que tan sin rienda al mundo he dado
el tiempo de mi vida más florido,
y siempre por camino despeñado
mis vanas esperanzas he seguido,
visto ya el poco fruto que he sacado
y lo mucho que a Dios tengo ofendido,
conociendo mi error, de aquí adelante
será razón que llore y que no cante.
FIN DE LA TERCERA PARTE DE LA ARAUCANA.
CANTO XXXVII
Canto el furor del pueblo castellano
con ira justa y pretensión movido,
y el derecho del reino lusitano
a las sangrientas armas remitido.
La paz, la unión, el vínculo christiano
en rabiosa discordia convertido,
las lanzas de una parte y otra airadas
a los parientes pechos arrojadas.
La guerra fue del cielo derivada
y en el linaje humano transferida,
cuando fue por la ruta reservada
nuestra naturaleza corrompida.
Por la guerra la paz es conservada
y la insolencia humana reprimida,
por ella a veces Dios el mundo aflige,
le castiga, le enmienda y le corrige;
por ella a los rebeldes insolentes
oprime la soberbia y los inclina,
desbarata y derriba a los potentes
y la ambición sin término termina;
la guerra es de derecho de las gentes
y el orden militar y diciplina
conserva la república y sostiene,
y las leyes políticas mantiene.
Pero será la guerra injusta luego
que del fin de la paz se desviare,
cuando por venganza o furor ciego,
o fin particular se comenzare;
pues ha de ser, si es público el sosiego,
pública la razón que le turbare:
no puede un miembro solo en ningún modo
romper la paz y unión del cuerpo todo;
que así como tenemos profesada
una hermandad en Dios y ayuntamiento,
tanto del mismo Christo encomendada
en el último eterno Testamento,
no puede ser de alguno desatada
esta paz general y ligamiento,
si no es por causa pública o querella
y autoridad del rey defensor della.
Entonces como un ángel sin pecado,
puesta en la causa universal la mira,
puede tomar las armas el soldado
y en su enemigo esecutar la ira;
y cuando algún respeto o fin privado
le templa el brazo, encoge y le retira,
demás de que en peligro pone el hecho,
peca y ofende al público derecho.
Por donde en justa guerra permitida
puede la airada vencedora gente
herir, prender, matar en la rendida
y hacer al libre, esclavo y obediente:
que el que es señor y dueño de la vida,
lo es ya de la persona y justamente
hará lo que quisiere del vencido,
que todo al vencedor le es concedido.
Y pues en todos tiempos y ocasiones
por la causa común, sin cargo alguno,
en batallas formadas y escuadrones
puede usar de las armas cada uno,
por las mismas legítimas razones
es lícito el combate de uno a uno,
a pie, a caballo, armado, desarmado,
ora sea campo abierto, ora estacado.
En guerra justa es justo el desafío,
la autoridad del príncipe interpuesta,
bajo de cuya mano y señorío
la ordenada república está puesta;
mas si por caso propio o albedrío
se denuncia el combate y se protesta,
sea provocador o provocado
es ilícito, injusto y condenado,
y los christianos príncipes no deben
favorecer jamás ni dar licencia
a condenadas armas que se mueven
por odio, por venganza o competencia;
ni decidan las causas, ni se prueben
remitiendo a las fuerzas la sentencia,
pues por razón oculta a veces veo
que sale vencedor el que fue reo.
Y el juicio de las armas sanguinoso
justa y derechamente se condena,
pues vemos el incierto fin dudoso,
según la Suma Providencia ordena;
que el suceso ora triste, ora dichoso
no es quien hace la causa mala o buena,
ni jamás la justicia en cosa alguna
está sujeta a caso ni a fortuna.
Digo también que obligación no tiene
de inquirir el soldado diligente
si es lícita la guerra y si conviene
si se mueve injusta o justamente;
que sólo al rey, que por razón le viene
la obediencia y servicio de su gente
como gobernador de la república,
le toca examinar la causa pública.
Y pues del rey como cabeza pende
el peso de la guerra y grave carga,
y cuanto daño y mal della depende
todo sobre sus hombros solo carga.
Debe mucho mirar lo que pretende,
y antes que dé al furor la rienda larga,
justificar sus armas prevenidas,
no por codicia y ambición movidas.
Como Felipe en la ocasión presente,
que de precisa obligación forzado,
en favor de las leyes justamente
las permitidas armas ha tomado;
no fundando el derecho en ser potente
ni de codicia de reinar llevado,
pues se estiende su cetro y monarquía
hasta donde remata el sol su vía.
Mas de ambición desnudo y avaricia
( que a los sanos corrompe y inficiona ),
llamado del derecho y la justicia
contra el rebelde reino va en persona;
y a despecho y pesar de la malicia
que le niega y le impide la corona,
quiere abrir y allanar con mano armada
a la razón la defendida entrada.
Y aunque con justa indignación movido,
sus fuerzas y poder disimulando
detiene el brazo en alto suspendido,
el remedio de sangre dilatando;
y con prudencia y ánimo sufrido
su espada y pretensión justificando
quebrantará después con aspereza
del contumaz rebelde la dureza.
Oprimirá con fuerza y mano airada
la soberbia cerviz d los traidores,
despedazando la pujante armada
de los galos piratas valedores;
y con rigor y furia disculpada,
como hombres de la paz perturbadores,
muerto Felipe Strozi su caudillo,
serán todos pasados a cuchillo.
No manchará esta sangre su clemencia,
sangre de gente pérfida enemiga,
que si el delito es grave y la insolencia,
clemente es y piadoso el que castiga.
Perdonar la maldad es dar licencia
para que luego otra mayor se siga;
cruel es quien perdona a todos todo,
como el que no perdona en ningún modo.
Que no está en perdonar el ser clemente
si conviene el rigor y es importante,
que el que ataja y castiga el mal presente
huye de ser cruel para adelante.
Quien la maldad no evita, la consiente,
y se puede llamar participante
y el que a los malos públicos perdona
la república estraga e inficiona.
No quiero yo decir que no es gran cosa
la clemencia, virtud inestimable,
que el perdonar vitoria es gloriosa,
y en el más poderoso más loable;
pero la paz común tan provechosa
no puede sin justicia ser durable,
que el premio y el castigo a tiempo usados
sustentan las repúblicas y estados.
Y no todo el exceso y mal que hubiere
se puede remediar ni se castiga,
que el tiempo a veces y ocasión requiere
que todo no se apure ni se siga;
príncipe que saberlo todo quiere
sepa que a perdonar mucho se obliga:
que es medicina fuerte y rigurosa
descarnar hasta el hueso cualquier cosa.
La clemencia a los mismos enemigos
aplaca el odio y ánimo indignado,
engendra devoción, produce amigos,
y atrae el amor del pueblo aficionado;
que el continuo rigor en los castigos
hace al príncipe odioso y defamado:
oficio es propio y propio de los reyes
embotar el cuchillo de las leyes.
Y se puede decir que no importara
disimular los males ya pasados
si dello ánimo el malo no tomara
para nuevos insultos y pecados;
el miedo del castigo es cosa clara
que reprime los ánimos dañados
y el ver al malhechor puesto en el palo,
corrige la maldad y emienda al malo.
Mas también el castigo no se haga
como el indocto y crudo cirujano
que siendo leve el mal, poca la llaga,
mete los filos mucho por lo sano,
y con el enconoso hierro estraga
lo que sanara sin tocar la mano;
que no es buena la cura y esperiencia
si es más recia y peor que la dolencia.
Quiérome declarar, que algún curioso
dirá que aquí y allí me contradigo:
virtud es castigar cuando es forzoso
y necesario el público castigo;
virtud es perdonar el poderoso
la ofensa del ingrato y enemigo
cuando es particular, o que se entienda
que puede sin castigo haber emienda.
Voime de punto en punto divirtiendo,
y el tiempo es corto y la materia larga,
en lugar de aliviarme, recibiendo
en mis cansados hombros mayor carga;
así de aquí adelante resumiendo
lo que menos me importa y más me carga;
quiero volver a Portugal la pluma,
haciendo aquí un compendio y breve suma.
¿ Qué es esto, ¡ oh lusitanos !, que engañados
contraponéis el obstinado pecho
y con armas y brazos condenados
queréis violar las leyes y el derecho ?
¡ Qué ! ¿ No mueve esos ánimos dañados
la paz común y público provecho,
el deudo, religión, naturaleza,
el poder de Felipe y la grandeza ?
Mirad con qué largueza os ha ofrecido
hacienda, libertades y esenciones,
no a término forzoso reducido,
mas con formado campo y escuadrones;
y casi murmurando, ha detenido
las armas, convenciéndoos con razones,
cual padre que reduce por clemencia
al hijo inobediente a la obediencia.
¿ Qué ciega pretensión, qué embaucamiento,
qué pasión pertinaz desatinada
saca así la razón tan de su asiento,
y tiene vuestra mente trastornada,
que una unida nación por sacramento
y con la cruz de Christo señalada,
envuelta en crueles armas homicidas,
dé en sus propias entrañas las heridas,
y unas mismas divisas y banderas
salgan de alojamientos diferentes,
trayendo mil naciones estranjeras
que derraman la sangre de inocentes
y introducen errores y maneras
de pegajosos vicios insolentes,
dejando con su peste derramada
la católica España inficionada ?
A vos Eterno Padre Soberano,
el favor necesario y gracia pido
y os suplico queráis mover mi mano
pues en vos y por vos todo es movido,
para que al portugués y al castellano
dé justamente lo que es debido,
sin que me tuerza y saque de lo justo
particular respeto ni otro gusto.
Y pues Vos conocéis los corazones
y el justo celo con que el mío se mueve,
y en los buenos propósitos y acciones
el principio tenéis y el fin se os debe,
dadme espíritu igual, dadme razones
con que informe mi pluma que se atreve
a emprender ( temeraria y arrojada )
con tan poco caudal tan gran jornada.
Queriendo Sebastián, rey lusitano,
con ardor juvenil y movimiento
romper el ancho término africano
y oprimir el pagano atrevimiento,
prometiéndole entrada y paso llano
su altivo y levantado pensamiento,
allegó de aquel reino brevemente
la riqueza, poder, la fuerza y gente.
Mas el Rey don Felipe, que al sobrino
vio moverse a la empresa tan ligero,
el errado designio contravino
con consejo de padre verdadero;
y pensando apartarle del camino
que iba a dar a tan gran despeñadero,
hizo que en Guadalupe se juntasen
para que allí sobre ello platicasen.
No bastaron razones suficientes
ni el ruego y persuasión del grave tío,
ni una gran multitud de inconvenientes
que pudieran volver atrás un río,
ni el poner la cerviz de tantas gentes
bajo de un solo golpe al albedrío
de la inconstante y variable diosa,
de revolver el mundo deseosa,
que el orgulloso mozo, prometiendo
lo que el justo temor dificultaba,
los prudentes discursos rebatiendo,
todos los contrapuestos tropellaba,
y tras la libre voluntad corriendo
su muerte y perdición apresuraba,
que no basta consejo ni advertencia
contra el decreto y la fatal sentencia.
¿ Quién cantará el suceso lamentable
aunque tenga la voz más expedida
y aquel sangriento fin tan miserable
de la jornada y gente mal regida,
la ruina de un reino irreparable,
la fama antigua en un sólo día perdida,
todo por voluntad de un mozo ardiente,
movido sin razón por acidente ?
Otro refiera el aciago día,
que a los más tristes en miseria excede,
que aunque sangrienta está la pluma mía,
correr por tantas lástimas no puede.
Quiero seguir la comenzada vía,
si el alto cielo aliento me concede,
que ya de aquesta parte también siento
armarse un gran ñublado turbulento.
Después que el mozo Rey voluntarioso
al africano ejército asaltando,
en el ciego tumulto polvoroso
murió en montón confuso peleando,
y la fortuna de un vaivén furioso
derrocó cuatro reyes, ahogando
la fama y opinión de tanta gente,
revolviendo las armas del Poniente,
fue luego en Portugal por rey jurado
don Enrique , el hermano del agüelo
Cardenal y presbítero ordenado,
persona religiosa y de gran celo,
de años y enfermedades agravado,
más que para este mundo para el cielo,
ofreciéndole el reino la fortuna,
con poca vida y sucesión ninguna.
El gran Felipe, en lo íntimo sintiendo
del reino y muerto Rey la desventura,
y del enfermo don Enrique viendo
la mucha edad y vida mal segura,
como sobrino y sucesor, queriendo
aclarar su derecho en coyuntura,
que por la transversal propincua vía
a los reyes y títulos tenía,
con celosa y loable providencia
hizo juntar doctísimos varones
de grande christiandad y suficiencia,
desnudos de interese y pretensiones,
que conforme a derecho y a conciencia,
no por torcidas vías y razones,
mirasen en el grado que él estaba
si el pretendido reino le tocaba.
Que doña Catalina, como parte,
Duquesa de Verganza, pretendía
por hija del infante don Duarte
que de derecho el reino le venía;
y también don Antonio de otra parte
a la corona y cetro se oponía;
mas aunque del común favorecido,
era por no legítimo escluido;
y que hecho el examen, cada uno,
a tan arduo negocio conveniente,
sin miramiento ni respeto alguno
diesen sus pareceres libremente;
porque en tiempo quieto y oportuno,
prevenido al mayor inconveniente,
si el reino a la razón no se allanase,
sus armas y poder justificase.
Todos los cuales claramente viendo
que el transversal por ley y fuero llano
no representa al padre, sucediendo
el legítimo deudo más cercano,
el varón a la hembra prefiriendo,
y al de menos edad el más anciano,
yendo la sucesión y precedencia
por derecho de sangre y no de herencia,
don Antonio escluido y apartado
por ley humana y por razón divina,
y el derecho igualmente examinado
de don Felipe y doña Catalina
decendientes del tronco en igual grado,
él sobrino de Enrique, ella sobrina,
él varón, ella hembra, él rey temido,
mayor de edad y de mayor nacido,
atento al fuero, a la costumbre, al hecho
y otras muchas razones que juntaron
con recto, justo, igual y sano pecho,
sin discrepar, conformes declararon
ser don Felipe sucesor derecho
y el reino por la ley le adjudicaron
con tierras, mares, títulos y estados
bajo de la corona conquistados.
Vista, pues, don Felipe su justicia
por tan bastantes hombres declarada,
sospechoso del odio y la malicia
de la plebeya gente libertada,
y la intrínsica y vieja inimicicia
en los pechos de muchos arraigada,
quiso tentar en estas novedades
el ánimo del pueblo y voluntades.
Y con piadoso celo, deseando
el bien del reino y público sosiego,
en la mente perpleja iba trazando
cómo echar agua al encendido fuego,
por todos los caminos procurando
aquietar el común desasosiego,
que ya con libertad, sin corregirse
comenzaba en el pueblo a descubrirse.
Para lo cual fue dél luego elegido
don Christóbal de Mora , en quien había
tantas y tales partes conocido
cuales el gran negocio requería:
de ilustre sangre en Portugal nacido
de quien como vasallo el Rey podría
con ánimo seguro y esperanza
hacer también la misma confianza,
y enterarse del celo y sano intento
tantas veces por él representado,
entendiendo la fuerza y fundamento
de su causa y derecho declarado;
no traído por término violento
ni deseo de reinar desordenado
mas por rigor de la justicia pura,
por ley, razón, por fuero y por natura.
Así que esto por él reconocido
como de rey tan justo se esperaba,
mirase el gran peligro en que metido
el patrio reino y christiandad estaba;
y tuviese por bien fuese servido
de sosegar la alteración que andaba,
declarándole en forma conveniente
por sucesor derecha y justamente.
Con que en el suelto pueblo cesaría
el tumulto y escándalos estraños,
y su declaración atajaría
grandes insultos y esperados daños,
haciendo que en la forma que solía,
para después de sus felices años,
el reino le jurase según fuero,
por legítimo príncipe heredero.
Hecha por don Christóbal la embajada
y de Felipe la intención propuesta,
tibiamente de Enrique fue escuchada,
dando una ambigua y frívola respuesta,
que por más que le fue representada
la justicia del Rey tan manifiesta,
procuraba con causas escusarse
sin querella aclarar ni declararse.
Visto, pues, dilatar el cumplimiento
de negocio tan arduo e importante,
por donde el popular atrevimiento
iba, cobrando fuerzas, adelante,
don Felipe envió con nuevo asiento
largo poder y comisión bastante
para sacar resolución alguna
a don Pedro Girón, duque de Osuna,
y al docto Guardiola juntamente,
porque con más instancia y diligencia,
vista de la tardanza el daño urgente
contra la paz común y convenencia,
diesen claro a entender cuán conveniente
era en tan gran discordia y diferencia,
que el rey se declarase por decreto,
cortando a mil designios el sujeto.
Y porque cosa alguna no quedase
por hacer y tentar todos los vados,
y la ciega pasión no perturbase
el sosiego y quietud de los estados,
antes que el odio oculto reventase,
dos eminentes hombres señalados
de los que en su Real Consejo había
últimamente a don Enrique envía:
uno Rodrigo Vázquez, que en prudencia,
en rectitud, estudio y diciplina
era de grande prueba y esperiencia,
de claro juicio y singular dotrina;
el otro de no menos suficiencia,
famoso en letras, el doctor Molina,
ambos varones raros, escogidos,
en gran figura y opinión tenidos;
para que Enrique, dellos informado,
y de todas las dudas satisfecho,
a las Cortes que ya se habían juntado
informasen también de su derecho,
y al pueblo contumaz y apasionado,
puesto delante el general provecho,
fueros y libertades prometiesen
con que a su devoción le redujesen.
Y aunque entendiese el viejo Rey prudente
ser esto lo que a todos convenía,
pues por la espresa ley derechamente
el reino a su sobrino le venía,
con larga dilación impertinente
el negocio suspenso entretenía,
a fin que aquellos súbditos y estados
fuesen con más ventaja aprovechados.
Pues como hubiese el tardo Rey dudoso
el término y respuesta diferido,
llegó aquel de la muerte presuroso,
del Autor de la vida estatuido:
por donde al sucesor le fue forzoso
viendo al rebelde pueblo endurecido,
juntar contra sus fines y malicia
las armas, y el poder con la justicia,
habiendo antes con todos procurado
muchos medios de paz por él movidos,
provocando al temoso y porfiado
con dádivas, promesas y partidos;
mas el poblacho terco y obstinado,
no estimando los bienes ofrecidos,
la enemistad del todo descubierta,
al derecho y razón cerró la puerta.
¡ Quién pudiera deciros tantas cosas
como aquí se me van representando:
tanto rumor de trompas sonorosas,
tanto estandarte al viento tremolando
las prevenidas armas sanguinosas
del portugués y castellano bando,
el aparato y máquinas de guerra,
las batallas de mar y las de tierra !
Veránse entre las armas y fiereza
materias de derecho y de justicia,
ejemplos de clemencia y de grandeza,
proterva y contumaz enemicicia,
liberal y magnánima largueza
que los sacos hinchó de la codicia,
y otros matices vivos y colores
que felices harán los escritores.
Canten de hoy más los que tuvieren vena,
y enriquezcan su verso numeroso
pues Felipe les da materia llena
y un campo abierto, fértil y espacioso:
que la ocasión dichosa y suerte buena
vale más que el trabajo infrutuoso,
trabajo infrutuoso como el mío,
que siempre he dado en seco y en vacío.
¡ Cuántas tierras corrí, cuántas naciones
hacia el helado norte atravesando,
y en las bajas antárticas regiones
el antípoda ignoto conquistando !
Climas pasé, mudé constelaciones
golfos innavegables navegando,
estendiendo, Señor, vuestra corona
hasta casi la austral frígida zona.
¿ Qué jornadas también por mar y tierra
habéis hecho que deje de seguiros ?
A Italia, Augusta, a Flandes, a Inglaterra,
cuando el reino por rey vino a pediros;
de allí el furioso estruendo de la guerra
al Pirú me llevó por más serviros,
do con suelto furor tantas espadas
estaban contra vos desenvainadas.
Y el rebelde indiano castigado
y el reino a la obediencia reducido,
pasé al remoto Arauco, que alterado
había del cuello el yugo sacudido,
y con prolija guerra sojuzgado
y al odioso dominio sometido,
seguí luego adelante las conquistas
de las últimas tierras nunca vistas.
Dejo por no cansaros y ser míos,
los inmensos trabajos padecidos,
la sed, el hambre, calores y los fríos,
la falta irremediable de vestidos;
los montes que pasé, los grandes ríos,
los yermos despoblados no rompidos,
riesgos, peligros, trances y fortunas
que aún son para contadas importunas.
Ni digo cómo al fin por acidente
del mozo capitán acelerado,
fui sacado a la plaza injustamente
a ser públicamente degollado;
ni la larga prisión impertinente
do estuve tan sin culpa molestado
ni mil otras miserias de otra suerte,
de comportar más graves que la muerte.
Y aunque la voluntad, nunca cansada,
está para serviros hoy más viva,
desmaya la esperanza quebrantada
viéndome proejar siempre agua arriba.
Y al cabo de tan larga y gran jornada
hallo que mi cansado barco arriba
y de la adversa fortuna contrastado
lejos del fin y puerto deseado.
Mas ya que de mi estrella la porfía
me tenga así arrojado y abatido,
verán al fin que por derecha vía
la carrera difícil he corrido;
y aunque más inste la desdicha mía,
el premio está en haberle merecido
y las honras consisten, no en tenerlas,
sino en sólo arribar a merecerlas.
Que el disfavor cobarde que me tiene
arrinconado en la miseria suma,
me suspende la mano y la detiene
haciéndome que pare aquí la pluma.
Así doy punto en esto pues conviene
para la grande innumerable suma
de vuestros hechos y altos pensamientos
otro ingenio, otra voz y otros acentos.
Y pues el fin y término postrero
no puede andar muy lejos ya mi nave,
y el tímido y dudoso paradero
el más sabio piloto no lo sabe,
considerando el corto plazo, quiero
acabar de vivir antes que acabe
el curso incierto de la incierta vida,
tantos años errada y distraída.
Que aunque esto haya tardado de mi parte
y a reducirme a lo postrero aguarde,
sé bien que en todo tiempo y toda parte
para volverse a Dios jamás es tarde;
que nunca su clemencia usó de arte
y así el gran pecador no se acobarde,
pues tiene un Dios tan bueno, cuyo oficio
es olvidar la ofensa y no el servicio.
Y yo que tan sin rienda al mundo he dado
el tiempo de mi vida más florido,
y siempre por camino despeñado
mis vanas esperanzas he seguido,
visto ya el poco fruto que he sacado
y lo mucho que a Dios tengo ofendido,
conociendo mi error, de aquí adelante
será razón que llore y que no cante.
FIN DE LA TERCERA PARTE DE LA ARAUCANA.
CANTO XXXVI
SALE EL CACIQUE DE LA BARCA A TIERRA, OFRECE A LOS ESPAÑOLES TODO LO NECESARIO PARA SU VIAJE Y PROSIGUIENDO ELLOS SU DERROTA, LES ATAJA EL CAMINO EL DESAGUADERO DEL ARCHIPIÉLAGO; ATRAVIÉSALE DON ALONSO EN UNA PIRAGUA CON DIEZ SOLDADOS; VUELVEN AL ALOJAMIENTO Y DE ALLÍ POR OTRO CAMINO A LA CIUDAD IMPERIAL.
CANTO XXXVI
Quien muchas tierras vee, vee muchas cosas
que las juzga por fábulas la gente;
y tanto cuanto son maravillosas,
el que menos las cuenta es más prudente;
y aunque es bien que se callen las dudosas
y no ponerme en riesgo así evidente,
digo que la verdad hallé en el suelo
por más que afirmen que es subida al cielo.
Estaba retirada en esta parte
de todas nuestras tierras escluida,
que la falsa cautela, engaño y arte
aun nunca habían hallado aquí acogida;
pero dejada esta materia aparte,
volveré con la priesa prometida
a la barca de chusma y gente llena
que bogando embistió recio en la arena
donde un gracioso mozo bien dispuesto
con hasta quince en número venía:
crespo, de pelo negro y blanco gesto,
que el principal de todos parecía,
el cual con grave término modesto
junta nuestra esparcida compañía,
nos saludó cortés y alegremente,
diciendo en lengua estraña lo siguiente:
" Hombres o dioses rústicos, nacidos
en estos sacros bosques y montañas,
por celeste influencia producidos
de sus cerradas y ásperas entrañas:
¿ por cuál caso o fortuna sois venidos
por caminos y sendas tan estrañas
a nuestros pobres y últimos rincones,
libres de confusión y alteraciones ?
" Si vuestra pretensión y pensamiento
es de buscar región más espaciosa,
y en la prosecución de vuestro intento
tenéis necesidad de alguna cosa,
toda comodidad y aviamiento
con mano larga y voluntad graciosa
hallaréis francamente en el camino
por todo el rededor circunvecino.
" Y si queréis morar en esta tierra,
tierra donde moréis aquí os daremos;
si os aplace y os agrada más la sierra,
allá seguramente os llevaremos;
si queréis amistad, si queréis guerra,
todo con ley igual os lo ofrecemos:
escoged lo mejor que, a elección mía,
la paz y la amistad escogería."
Mucho agradó la suerte, el garbo, el traje
del gallardo mancebo floreciente,
el expedido término y lenguaje
con que así nos habló bizarramente;
el franco ofrecimiento y hospedaje,
la buena traza y talla de la gente,
blanca, dispuesta, en proporción fornida,
de manto y floja túnica vestida;
la cabeza cubierta y adornada
con un capelo en punta rematado
pendiente atrás la punta y derribada,
a las ceñidas sienes ajustado,
de fina lana de vellón rizada
y el rizo de colores variados,
que lozano y vistoso parecía
señal de ser el clima y tierra fría.
Las gracias le rendimos de la oferta
y voluntad graciosa que mostraba,
ofreciendo también la nuestra cierta,
que a su provecho y bien se enderezaba;
pero al fin nuestra falta descubierta
y lo mal que la hambre nos trataba,
le pedimos refresco y vitualla
debajo de promesa de pagalla.
Luego con voz y prisa diligente,
vista la gran necesidad que había,
mandó a su prevenida y pronta gente
sacar cuanto en la góndola traía,
repartiéndolo todo francamente
por aquella hambrienta compañía,
sin de nadie acetar solo un cabello,
ni aun querer recebir las gracias dello.
Esforzados así desta manera,
y también esforzada la esperanza,
se comenzó a marchar por la ribera
según nuestra costumbre, en ordenanza;
y andada una gran legua, en la primera
tierra que pareció cómoda estanza,
cerca del agua, en reparado asiento
hicimos el primer alojamiento.
No estaba nuestro campo aún asentado
ni puestas en lugar las demás cosas,
cuando de aquella parte y deste lado
hendiendo por las aguas espumosas,
cargadas de maíz, fruta y pescado
arribaron piraguas presurosas,
refrescando la gente desvalida,
sin rescate, sin cuenta ni medida.
La sincera bondad y la caricia
de la sencilla gente destas tierras
daban bien a entender que la cudicia
aún no había penetrado aquellas sierras;
ni la maldad, el robo y la injusticia
( alimento ordinario de las guerras )
entrada en esta parte habían hallado
ni la ley natural inficionado.
Pero luego nosotros, destruyendo
todo lo que tocamos de pasada,
con la usada insolencia el paso abriendo
les dimos lugar ancho y ancha entrada;
y la antigua costumbre corrompiendo,
de los nuevos insultos estragada,
plantó aquí la cudicia su estandarte
con más seguridad que en otra parte.
Pasada aquella noche, el día siguiente,
la nueva por las islas estendida,
llegados dos caciques juntamente
a dar el parabién de la venida
con un largo y espléndido presente
de refrescos y cosas de comida
y una lanuda oveja y dos vicuñas
cazadas en la sierra a puras uñas.
Quedábanse suspensos y admirados
de ver hombres así no conocidos,
blancos, rubios, espesos y barbados,
de lenguas diferentes y vestidos.
Miraban los caballos alentados
en medio de la furia corregidos.
Y más los espantaba el fiero estruendo
del tiro de la pólvora estupendo.
Llevábamos el rumbo al sur derecho
la torcida ribera costeando,
siguiendo la derrota del Estrecho
por los grados la tierra demarcando.
Pero cuanto ganábamos de trecho,
iba el gran arcipiélago ensanchado,
descubriendo a distancias desviadas
islas en grande número pobladas.
Salían muchos caciques al camino
a vernos como a cosa milagrosa ,
pero ninguno tan escaso vino
que no trujese en don alguna cosa:
quién el vaso capaz de nácar fino,
quién la piel del carnero vedijosa,
quién el arco y carcaj, quién la bocina,
quién la pintada concha peregrina.
Yo, que fui siempre amigo e inclinado
a inquirir y saber lo no sabido,
que por tantos trabajos arrastrado
la fuerza de mi estrella me ha traído,
de alguna gente moza acompañado
en una presta góndola metido,
pasé a la principal isla cercana,
al parecer de tierra y gente llana.
Vi los indios, y casas fabricadas
de paredes humildes y techumbres,
los árboles y plantas cultivadas,
las frutas, las semillas y legumbres;
noté dellos las cosas señaladas,
los ritos y ejercicio que tenían
y la ley y obediencia en que vivían.
Entré en otras dos islas, paseando
sus pobladas y fértiles orillas,
otras fui torno a torno rodeando
cercado de domésticas barquillas,
de quien me iba por puntos informando
de algunas nunca vistas maravillas,
hasta que ya la noche y fresco viento
me trujo a la ribera en salvamento.
Pues otro día que el campo caminaba,
que de nuestro viaje fue el tercero,
habiendo ya tres horas que marchaba
hallamos por remate y fin postrero
que el gran lago en el mar se desaguaba
por un hondo y veloz desaguadero,
que su corriente y ancha travesía
el paso por allí nos impedía.
Cayó una gran tristeza, un gran nublado
en el ánimo y rostro de la gente,
viendo nuestro camino así atajado
por el ancho raudal de la creciente;
que los caballos de cabestro a nado
no pudieran romper la gran corriente,
ni la angosta piragua era bastante
a comportar un peso semejante;
y volver pues atrás, visto el terrible
trabajo intolerable y excesivo,
tenían según razón por imposible
poder llegar en salvo un hombre vivo;
quedar allí era cosa incompatible
y temerario el ánimo y motivo
de proseguir el comenzado curso
contra toda opinión y buen discurso.
Viendo nuestra congoja y agonía
un joven indio, al parecer ladino
alegre se ofreció que nos daría
para volver otro mejor camino;
fue excesiva en algunos la alegría,
y así dar vuelta luego nos convino,
que ya el rígido invierno a los australes
comenzaba a enviar recias señales.
Mas yo, que mis designios verdaderos
eran de ver el fin desta jornada,
con hasta diez amigos compañeros,
gente gallarda, brava y arriscada,
reforzando una barca de remeros
pasé el gran brazo y agua arrebatada,
llegando a zabordar, hechos pedazos,
a puro remo y fuerza de los brazos.
Entramos en la tierra algo arenosa,
sin lengua, sin noticia, a la aventura,
áspera al caminar y pedregosa,
a trechos ocupada de espesura;
mas visto que la empresa era dudosa
y que pasar de allí sería locura,
dimos la vuelta luego a la piragua,
volviendo atravesar la furiosa agua.
Pero yo por cumplir el apetito
que era poner el pie más adelante,
fingiendo que marcaba aquel distrito,
cosa al descubridor siempre importante,
corrí una media milla do un escrito
quise dejar para señal bastante,
y en el tronco que ci de más grandeza
escribí con un cuchillo en la corteza:
Aquí llegó, donde otro no ha llegado,
don Alonso de Ercilla, que el primero
de un pequeño barco deslastrado,
con solos diez pasó el desaguadero
el año de cincuenta y ocho entrado
sobre mil y quinientos, por hebrero,
a las dos de la tarde, el postrer día,
volviendo a la dejada compañía.
Llegando, pues, al campo, que aguardando
para partir nuestra venida estaba,
que el riguroso invierno comenzando,
la desierta campaña amenazaba,
el indio amigo prático guiando,
la gente alegre el paso apresuraba,
pareciendo el camino, aunque cerrado,
fácil con la memoria del pasado.
Cumplió el bárbaro isleño la promesa
que siempre en su opinión estuvo fijo,
y por una encubierta selva espesa
nos sacó de la tierra, como dijo.
Voy pasando por esto a toda priesa,
huyendo cuanto puedo el ser prolijo
que aunque lo fueron muchos los trabajos,
es menester echar por los atajos.
A la Imperial llegamos, do hospedados
fuimos de los vecinos generosos
y de varios manjares regalados
hartamos los estómagos golosos.
Visto pues, en el pueblo así ayuntados
tantos gallardos jóvenes briosos
se concertó una justa y desafío
donde mostrase cada cual su brío.
Turbó la fiesta un caso no pensado
y la celeridad del juez fue tanta,
que estuve en el tapete, ya entregado
al agudo cuchillo la garganta.
El inorme delito exagerado
la voz y fama pública le canta,
que fue solo poner mano a la espada
nunca sin gran razón desenvainada.
Este acontecimiento, este suceso
fue forzosa ocasión de mi destierro,
teniéndome después gran tiempo preso
por remendar con éste el primer yerro;
mas aunque así agraviado, no por eso
( armado de paciencia y duro hierro )
falté en alguna acción y correría
sirviendo en la frontera noche y día.
Hubo allí escaramuzas sanguinosas,
ordinarios rebatos y emboscadas,
encuentros y refriegas peligrosas,
asaltos y batallas aplazadas,
raras estratagemas engañosas,
astucias y cautelas nunca usadas,
que aunque fueron en parte de provecho,
algunas nos pusieron en estrecho.
Mas después del asalto y gran batalla
de la albarrada de Quipeo temida,
donde fue destrozada tanta malla
y tanta sangre bárbara vertida,
fortificado el sitio y la muralla,
aceleré mi súbita partida;
que el agravio, más fresco cada día,
me estimulaba siempre y me roía.
Y en un grueso barcón, bajel de trato,
que velas altas de partida estaba,
salí de aquella tierra y reino ingrato
que tanto afán y sangre me costaba;
y sin contraste alguno ni rebato,
con el austro que en popa nos soplaba,
costa a costa y a veces engolfado
llegué al Callao de Lima celebrado.
Estuve allí hasta tanto que la entrada
por el gran Marañón hizo la gente,
donde Lope de Aguirre en la jornada,
más que Nerón y Herodes inclemente,
pasó tantos amigos por la espada
y a la querida hija juntamente,
no por otra razón y causa alguna
mas de para morir juntos a una.
Y aunque más de dos mil millas había
de camino, por partes despoblado,
luego de allí por mar tomé la vía,
a más larga carrera acostumbrado,
y a Panamá llegué, do el mismo día
la nueva por el aire había llegado
del desbarate y muerte del tirano,
saliendo mi trabajo y priesa en vano.
Estuve en Tierra Firme detenido
por una enfermedad larga y extraña
mas luego que me vi convalecido,
tocando en las Terceras, vine a España,
donde no mucho tiempo detenido,
corrí la Francia, Italia y Alemaña,
a Silesia, y Moravia hasta Posonia,
ciudad, sobre el Danubio, de Panonia.
Pasé y volví a pasar estas regiones
y otras y otras por ásperos caminos;
traté y comuniqué varias naciones,
viendo cosas y casos peregrinos,
diferentes y estrañas condiciones,
animales terrestres y marinos,
tierras jamás del cielo rociadas,
y otras a eterna lluvia condenadas.
¿ Cómo me he divertido y voy apriesa
del camino primero desviado ?
¿ Por qué así me olvidé de la promesa
y discurso de Arauco comenzado ?
Quiero volver a la dejada empresa
si no tenéis el gusto ya estragado;
mas yo procuraré deciros cosas
que valga por disculpa el ser gustosas.
Volveré a la consulta comenzada
de aquellos capitanes señalados,
que en la parte que dije diputada
estaban diferentes y encontrados;
contaré la elección tan porfiada,
y cómo al fin quedaron conformados;
los asaltos, encuentros y batallas,
que es menester lugar para contallas.
¿ Qué hago, en qué me ocupo, fatigando
la trabajada mente y los sentidos,
por las regiones últimas buscando
guerras de ignotos indios escondidos
y voy aquí en las armas tropezando,
sintiendo retumbar en los oídos
un áspero rumor y són de guerra
y abrasarse en furor toda la tierra ?
Veo toda la España alborotada
envuelta entre sus armas vitoriosas,
y la inquieta Francia ocasionada
descoger sus banderas sospechosas;
en la Italia y Germania desviada
siento tocar las cajas sonorosas,
allegándose en todas las naciones,
gentes, pertrechos, armas, municiones.
Para decir tan grande movimiento
y el estrépito bélico y ruido
es menester esfuerzo y nuevo aliento
y ser de vos, Señor , favorecido;
mas ya que el temerario atrevimiento
en este grande golfo me ha metido,
ayudado de vos, espero cierto
llegar con mi cansada nave al puerto.
Que si mi estilo humilde y compostura
me suspende la voz amedrentada,
la materia promete y me asegura
que con grata atención será escuchada.
Y entre tanto, Señor, será cordura
pues he de comenzar tan gran jornada,
recoger el espíritu inquieto
hasta que saque fuerzas del sujeto.
CANTO XXXVI
Quien muchas tierras vee, vee muchas cosas
que las juzga por fábulas la gente;
y tanto cuanto son maravillosas,
el que menos las cuenta es más prudente;
y aunque es bien que se callen las dudosas
y no ponerme en riesgo así evidente,
digo que la verdad hallé en el suelo
por más que afirmen que es subida al cielo.
Estaba retirada en esta parte
de todas nuestras tierras escluida,
que la falsa cautela, engaño y arte
aun nunca habían hallado aquí acogida;
pero dejada esta materia aparte,
volveré con la priesa prometida
a la barca de chusma y gente llena
que bogando embistió recio en la arena
donde un gracioso mozo bien dispuesto
con hasta quince en número venía:
crespo, de pelo negro y blanco gesto,
que el principal de todos parecía,
el cual con grave término modesto
junta nuestra esparcida compañía,
nos saludó cortés y alegremente,
diciendo en lengua estraña lo siguiente:
" Hombres o dioses rústicos, nacidos
en estos sacros bosques y montañas,
por celeste influencia producidos
de sus cerradas y ásperas entrañas:
¿ por cuál caso o fortuna sois venidos
por caminos y sendas tan estrañas
a nuestros pobres y últimos rincones,
libres de confusión y alteraciones ?
" Si vuestra pretensión y pensamiento
es de buscar región más espaciosa,
y en la prosecución de vuestro intento
tenéis necesidad de alguna cosa,
toda comodidad y aviamiento
con mano larga y voluntad graciosa
hallaréis francamente en el camino
por todo el rededor circunvecino.
" Y si queréis morar en esta tierra,
tierra donde moréis aquí os daremos;
si os aplace y os agrada más la sierra,
allá seguramente os llevaremos;
si queréis amistad, si queréis guerra,
todo con ley igual os lo ofrecemos:
escoged lo mejor que, a elección mía,
la paz y la amistad escogería."
Mucho agradó la suerte, el garbo, el traje
del gallardo mancebo floreciente,
el expedido término y lenguaje
con que así nos habló bizarramente;
el franco ofrecimiento y hospedaje,
la buena traza y talla de la gente,
blanca, dispuesta, en proporción fornida,
de manto y floja túnica vestida;
la cabeza cubierta y adornada
con un capelo en punta rematado
pendiente atrás la punta y derribada,
a las ceñidas sienes ajustado,
de fina lana de vellón rizada
y el rizo de colores variados,
que lozano y vistoso parecía
señal de ser el clima y tierra fría.
Las gracias le rendimos de la oferta
y voluntad graciosa que mostraba,
ofreciendo también la nuestra cierta,
que a su provecho y bien se enderezaba;
pero al fin nuestra falta descubierta
y lo mal que la hambre nos trataba,
le pedimos refresco y vitualla
debajo de promesa de pagalla.
Luego con voz y prisa diligente,
vista la gran necesidad que había,
mandó a su prevenida y pronta gente
sacar cuanto en la góndola traía,
repartiéndolo todo francamente
por aquella hambrienta compañía,
sin de nadie acetar solo un cabello,
ni aun querer recebir las gracias dello.
Esforzados así desta manera,
y también esforzada la esperanza,
se comenzó a marchar por la ribera
según nuestra costumbre, en ordenanza;
y andada una gran legua, en la primera
tierra que pareció cómoda estanza,
cerca del agua, en reparado asiento
hicimos el primer alojamiento.
No estaba nuestro campo aún asentado
ni puestas en lugar las demás cosas,
cuando de aquella parte y deste lado
hendiendo por las aguas espumosas,
cargadas de maíz, fruta y pescado
arribaron piraguas presurosas,
refrescando la gente desvalida,
sin rescate, sin cuenta ni medida.
La sincera bondad y la caricia
de la sencilla gente destas tierras
daban bien a entender que la cudicia
aún no había penetrado aquellas sierras;
ni la maldad, el robo y la injusticia
( alimento ordinario de las guerras )
entrada en esta parte habían hallado
ni la ley natural inficionado.
Pero luego nosotros, destruyendo
todo lo que tocamos de pasada,
con la usada insolencia el paso abriendo
les dimos lugar ancho y ancha entrada;
y la antigua costumbre corrompiendo,
de los nuevos insultos estragada,
plantó aquí la cudicia su estandarte
con más seguridad que en otra parte.
Pasada aquella noche, el día siguiente,
la nueva por las islas estendida,
llegados dos caciques juntamente
a dar el parabién de la venida
con un largo y espléndido presente
de refrescos y cosas de comida
y una lanuda oveja y dos vicuñas
cazadas en la sierra a puras uñas.
Quedábanse suspensos y admirados
de ver hombres así no conocidos,
blancos, rubios, espesos y barbados,
de lenguas diferentes y vestidos.
Miraban los caballos alentados
en medio de la furia corregidos.
Y más los espantaba el fiero estruendo
del tiro de la pólvora estupendo.
Llevábamos el rumbo al sur derecho
la torcida ribera costeando,
siguiendo la derrota del Estrecho
por los grados la tierra demarcando.
Pero cuanto ganábamos de trecho,
iba el gran arcipiélago ensanchado,
descubriendo a distancias desviadas
islas en grande número pobladas.
Salían muchos caciques al camino
a vernos como a cosa milagrosa ,
pero ninguno tan escaso vino
que no trujese en don alguna cosa:
quién el vaso capaz de nácar fino,
quién la piel del carnero vedijosa,
quién el arco y carcaj, quién la bocina,
quién la pintada concha peregrina.
Yo, que fui siempre amigo e inclinado
a inquirir y saber lo no sabido,
que por tantos trabajos arrastrado
la fuerza de mi estrella me ha traído,
de alguna gente moza acompañado
en una presta góndola metido,
pasé a la principal isla cercana,
al parecer de tierra y gente llana.
Vi los indios, y casas fabricadas
de paredes humildes y techumbres,
los árboles y plantas cultivadas,
las frutas, las semillas y legumbres;
noté dellos las cosas señaladas,
los ritos y ejercicio que tenían
y la ley y obediencia en que vivían.
Entré en otras dos islas, paseando
sus pobladas y fértiles orillas,
otras fui torno a torno rodeando
cercado de domésticas barquillas,
de quien me iba por puntos informando
de algunas nunca vistas maravillas,
hasta que ya la noche y fresco viento
me trujo a la ribera en salvamento.
Pues otro día que el campo caminaba,
que de nuestro viaje fue el tercero,
habiendo ya tres horas que marchaba
hallamos por remate y fin postrero
que el gran lago en el mar se desaguaba
por un hondo y veloz desaguadero,
que su corriente y ancha travesía
el paso por allí nos impedía.
Cayó una gran tristeza, un gran nublado
en el ánimo y rostro de la gente,
viendo nuestro camino así atajado
por el ancho raudal de la creciente;
que los caballos de cabestro a nado
no pudieran romper la gran corriente,
ni la angosta piragua era bastante
a comportar un peso semejante;
y volver pues atrás, visto el terrible
trabajo intolerable y excesivo,
tenían según razón por imposible
poder llegar en salvo un hombre vivo;
quedar allí era cosa incompatible
y temerario el ánimo y motivo
de proseguir el comenzado curso
contra toda opinión y buen discurso.
Viendo nuestra congoja y agonía
un joven indio, al parecer ladino
alegre se ofreció que nos daría
para volver otro mejor camino;
fue excesiva en algunos la alegría,
y así dar vuelta luego nos convino,
que ya el rígido invierno a los australes
comenzaba a enviar recias señales.
Mas yo, que mis designios verdaderos
eran de ver el fin desta jornada,
con hasta diez amigos compañeros,
gente gallarda, brava y arriscada,
reforzando una barca de remeros
pasé el gran brazo y agua arrebatada,
llegando a zabordar, hechos pedazos,
a puro remo y fuerza de los brazos.
Entramos en la tierra algo arenosa,
sin lengua, sin noticia, a la aventura,
áspera al caminar y pedregosa,
a trechos ocupada de espesura;
mas visto que la empresa era dudosa
y que pasar de allí sería locura,
dimos la vuelta luego a la piragua,
volviendo atravesar la furiosa agua.
Pero yo por cumplir el apetito
que era poner el pie más adelante,
fingiendo que marcaba aquel distrito,
cosa al descubridor siempre importante,
corrí una media milla do un escrito
quise dejar para señal bastante,
y en el tronco que ci de más grandeza
escribí con un cuchillo en la corteza:
Aquí llegó, donde otro no ha llegado,
don Alonso de Ercilla, que el primero
de un pequeño barco deslastrado,
con solos diez pasó el desaguadero
el año de cincuenta y ocho entrado
sobre mil y quinientos, por hebrero,
a las dos de la tarde, el postrer día,
volviendo a la dejada compañía.
Llegando, pues, al campo, que aguardando
para partir nuestra venida estaba,
que el riguroso invierno comenzando,
la desierta campaña amenazaba,
el indio amigo prático guiando,
la gente alegre el paso apresuraba,
pareciendo el camino, aunque cerrado,
fácil con la memoria del pasado.
Cumplió el bárbaro isleño la promesa
que siempre en su opinión estuvo fijo,
y por una encubierta selva espesa
nos sacó de la tierra, como dijo.
Voy pasando por esto a toda priesa,
huyendo cuanto puedo el ser prolijo
que aunque lo fueron muchos los trabajos,
es menester echar por los atajos.
A la Imperial llegamos, do hospedados
fuimos de los vecinos generosos
y de varios manjares regalados
hartamos los estómagos golosos.
Visto pues, en el pueblo así ayuntados
tantos gallardos jóvenes briosos
se concertó una justa y desafío
donde mostrase cada cual su brío.
Turbó la fiesta un caso no pensado
y la celeridad del juez fue tanta,
que estuve en el tapete, ya entregado
al agudo cuchillo la garganta.
El inorme delito exagerado
la voz y fama pública le canta,
que fue solo poner mano a la espada
nunca sin gran razón desenvainada.
Este acontecimiento, este suceso
fue forzosa ocasión de mi destierro,
teniéndome después gran tiempo preso
por remendar con éste el primer yerro;
mas aunque así agraviado, no por eso
( armado de paciencia y duro hierro )
falté en alguna acción y correría
sirviendo en la frontera noche y día.
Hubo allí escaramuzas sanguinosas,
ordinarios rebatos y emboscadas,
encuentros y refriegas peligrosas,
asaltos y batallas aplazadas,
raras estratagemas engañosas,
astucias y cautelas nunca usadas,
que aunque fueron en parte de provecho,
algunas nos pusieron en estrecho.
Mas después del asalto y gran batalla
de la albarrada de Quipeo temida,
donde fue destrozada tanta malla
y tanta sangre bárbara vertida,
fortificado el sitio y la muralla,
aceleré mi súbita partida;
que el agravio, más fresco cada día,
me estimulaba siempre y me roía.
Y en un grueso barcón, bajel de trato,
que velas altas de partida estaba,
salí de aquella tierra y reino ingrato
que tanto afán y sangre me costaba;
y sin contraste alguno ni rebato,
con el austro que en popa nos soplaba,
costa a costa y a veces engolfado
llegué al Callao de Lima celebrado.
Estuve allí hasta tanto que la entrada
por el gran Marañón hizo la gente,
donde Lope de Aguirre en la jornada,
más que Nerón y Herodes inclemente,
pasó tantos amigos por la espada
y a la querida hija juntamente,
no por otra razón y causa alguna
mas de para morir juntos a una.
Y aunque más de dos mil millas había
de camino, por partes despoblado,
luego de allí por mar tomé la vía,
a más larga carrera acostumbrado,
y a Panamá llegué, do el mismo día
la nueva por el aire había llegado
del desbarate y muerte del tirano,
saliendo mi trabajo y priesa en vano.
Estuve en Tierra Firme detenido
por una enfermedad larga y extraña
mas luego que me vi convalecido,
tocando en las Terceras, vine a España,
donde no mucho tiempo detenido,
corrí la Francia, Italia y Alemaña,
a Silesia, y Moravia hasta Posonia,
ciudad, sobre el Danubio, de Panonia.
Pasé y volví a pasar estas regiones
y otras y otras por ásperos caminos;
traté y comuniqué varias naciones,
viendo cosas y casos peregrinos,
diferentes y estrañas condiciones,
animales terrestres y marinos,
tierras jamás del cielo rociadas,
y otras a eterna lluvia condenadas.
¿ Cómo me he divertido y voy apriesa
del camino primero desviado ?
¿ Por qué así me olvidé de la promesa
y discurso de Arauco comenzado ?
Quiero volver a la dejada empresa
si no tenéis el gusto ya estragado;
mas yo procuraré deciros cosas
que valga por disculpa el ser gustosas.
Volveré a la consulta comenzada
de aquellos capitanes señalados,
que en la parte que dije diputada
estaban diferentes y encontrados;
contaré la elección tan porfiada,
y cómo al fin quedaron conformados;
los asaltos, encuentros y batallas,
que es menester lugar para contallas.
¿ Qué hago, en qué me ocupo, fatigando
la trabajada mente y los sentidos,
por las regiones últimas buscando
guerras de ignotos indios escondidos
y voy aquí en las armas tropezando,
sintiendo retumbar en los oídos
un áspero rumor y són de guerra
y abrasarse en furor toda la tierra ?
Veo toda la España alborotada
envuelta entre sus armas vitoriosas,
y la inquieta Francia ocasionada
descoger sus banderas sospechosas;
en la Italia y Germania desviada
siento tocar las cajas sonorosas,
allegándose en todas las naciones,
gentes, pertrechos, armas, municiones.
Para decir tan grande movimiento
y el estrépito bélico y ruido
es menester esfuerzo y nuevo aliento
y ser de vos, Señor , favorecido;
mas ya que el temerario atrevimiento
en este grande golfo me ha metido,
ayudado de vos, espero cierto
llegar con mi cansada nave al puerto.
Que si mi estilo humilde y compostura
me suspende la voz amedrentada,
la materia promete y me asegura
que con grata atención será escuchada.
Y entre tanto, Señor, será cordura
pues he de comenzar tan gran jornada,
recoger el espíritu inquieto
hasta que saque fuerzas del sujeto.
CANTO XXXV
ENTRAN LOS ESPAÑOLES EN DEMANDA DE LA NUEVA TIERRA. SÁLELES AL PASO TUNCONABALA; PERSUÁDELES A QUE SE VUELVAN PERO VIENDO QUE NO APROVECHA, LES OFRECE UNA GUÍA QUE LOS LLEVA POR GRANDES DESPEÑADEROS, DONDE PASARON TERRIBLES TRABAJOS.
CANTO XXXV
¿Que cerros hay que el interés no allana
y qué dificultad que no la rompa ?
¿ Qué pecho fiel, qué voluntad tan sana,
que éste no le inficione y la corrompa ?.
Destruye el trato de la vida humana,
no hay orden que no la altere y la interrompa,
ni estrecha entrada ni cerrada puerta
que no la facilite y deje abierta.
Éste de parentescos y hermandades
desata el ñudo y vínculo más fuerte,
vuelve en enemistad las amistades
y el grato amor en desamor convierte;
inventor de desastres y maldades,
tropella a la razón, cambia la suerte,
hace al hielo caliente, al fuego frío
y hará subir por una cuesta un río.
Así por mil peligros y derrotas,
golfos profundos, mares no sulcados,
hasta las partes últimas ignotas
trujo sin descansar tantos soldados,
y por vías estériles remotas
del interés incitador llevados,
piensan escudriñar cuanto se encierra
en el círculo inmenso de la tierra.
Dije que don García había arribado
con prática y lucida compañía
al término de Chile señalado
de do nadie jamás pasado había;
y en medio de la raya el pie afirmado,
que los dos nuevos mundos dividía,
presente yo y atento a las señales,
las palabras que dijo fueron tales:
" Nación a cuyos pechos invencibles
no pudieron poner impedimentos
peligros y trabajos insufribles,
ni airados mares, ni contrarios vientos,
ni otros mil contrapuestos imposibles,
ni la fuerza de estrellas ni elementos,
que rompiendo por todo habéis llegado,
al término de orbe limitado:
" veis otro nuevo mundo que encubierto
los cielos hasta agora le han tenido,
el difícil camino y paso abierto
a sólo vuestros brazos concedido;
veis de tanto trabajo el premio cierto
y cuanto os ha Fortuna prometido,
que siendo de tan grande empresa autores,
habéis de ser sin límite señores;
" y la parlera fama discurriendo
hasta el extremo y término postrero,
las antiguas hazañas refiriendo
pondrá esta vuestra en el lugar primero;
pues en dos largos mundos no cabiendo,
venís a conquistar otro tercero,
donde podrán mejor sin estrecharse
vuestros ánimos grandes ensancharse.
" Y pues es la sazón tan oportuna
y poco necesarias las razones,
no quiero detener vuestra fortuna,
ni gastar más el tiempo en oraciones.
Sús, tomad posesión todos a una
desas nuevas provincias y regiones,
donde os tienen los hados a la entrada
tanta gloria y riqueza aparejada."
Luego pues de tropel toda la gente
a la plática apenas detenida,
pisó la nueva tierra libremente,
jamás del estranjero pie batida;
y con orden y paso diligente,
por una angosta senda mal seguida,
en larga retahíla y ordenada,
dimos principio a la primera jornada.
Caminamos sin rastro algunos días
de sólo el tino por el sol guiados,
abriendo pasos y cerradas vías
rematadas en riscos despeñados;
las mentirosas fugitivas guías
nos llevaron por partes engañados,
que parecía imposible al más gigante
poder volver atrás ni ir adelante.
Ya del móvil primero arrebatado
contra su curso el sol hacia el poniente,
al mundo cuatro vueltas había dado
calentando del pez la húmida frente,
cuando al bajar de un áspero collado
vimos salir diez indios de repente
por entre un arcabuco y breña espesa,
desnudos, en montón, trotando apriesa.
Del aire, de la lluvia y sol curtidos,
cubiertos de un espeso y largo vello,
pañetes cortos de cordel ceñidos,
altos de pecho y de fornido cuello,
la color y los ojos encendidos,
las uñas sin cortar, largo el cabello,
brutos campestres, rústicos salvajes,
de fieras cataduras y visajes.
Venía un robusto viejo el delantero,
al cual el medio cuerpo le cubría
un roto manto de sayal grosero
que mísera pobreza prometía.
Éste, pues, como dije allá primero,
era Tunconabal, que pretendía
mudar nuestros designios y opiniones
con fingidos consejos y razones.
Fuimos luego sobre ellos, recelando
ser gente de montaña fugitiva;
mas ellos, nuestros pasos atajando,
venían a más andar la cuesta arriba,
y al pie de una alta peña reparando
por do un quebrado arroyo se derriba,
todos nos aguardaron sin recelo,
puestas sus flechas y arcos en el suelo.
Luego el anciano a voces y en estraña
lengua de nuestro intérprete entendida
dijo : " ¡ Oh gente infeliz, a esta montaña
por falso engaño y relación traída,
do la serpiente y áspera alimaña
apenas sustentar pueden la vida,
y adonde el hijo bárbaro nacido
es de incultas raíces mantenido !
" ¿ Qué información siniestra, qué noticia
incita así vuestro ánimo invencible ?
¿ Qué dañado consejo o qué malicia
os ha facilitado lo imposible ?
Frenad, aunque loable, esa cudicia
que la empresa es difícil y terrible;
y vais sin duda todos engañados
a miserable muerte condenados,
" que cuando no encontréis gente de guerra
que os ponga en el pasaje impedimento,
hallaréis una sierra y otra sierra,
y una espesura y otra y otras ciento,
tanto que la aspereza de la tierra,
por la falta de yerba y nutrimento
y contagión del aire, no consiente
en su esterilidad cosa viviente.
" Y aunque me veis en bruto transformado
a la silvestre vida reducido,
sabed que ya en un tiempo fui soldado,
y que también las armas he vestido;
así que por la ley que he profesado,
viendo que va este ejército perdido,
la lástima me mueve a aconsejaros
que sin pasar de aquí, queráis tornaros;
" que estas yermas campañas y espesuras
hasta el frígido sur continuadas,
han de ser el remate y sepulturas
de todas vuestras prósperas jornadas.
Mirad destos salvajes las figuras
de quien son como fieras habitadas,
y el fruto que nos dan escasamente,
del cual os traigo un mísero presente."
En esto, de un fardel de ovas marinas
a la manera de una red tejidas,
sacó diversas frutas montesinas,
duras, verdes, agrestes, desabridas,
carne seca de fieras salvajinas
y otras silvestres rústicas comidas;
langosta al sol curada y lagartijas,
con mil varias inmundas sabandijas.
Admirónos la forma y la estrañeza
de aquella gente bárbara notable,
la gran selvatiquez y rustiqueza,
el fiero aspecto y término intratable.
La espesura de montes y aspereza,
y el fruto de aquel suelo miserable,
tierra yerma, desierta y despoblada,
de trato y vecindad tan apartada.
Preguntámosle allí, si prosiguiendo
la tierra, era delante montuosa;
respondiónos el viejo sonriendo
ser más áspera, dura y fragosa,
y que así la montaña iba creciendo
que era imposible y temeraria cosa
romper tanta maleza y espesura
puesta allí por secreto de natura.
Pero visto nuestro ánimo ambicioso,
que era de proseguir siempre adelante,
y que el fingido aviso malicioso
a volvernos atrás no era bastante,
con un afecto tierno y amoroso,
mostrando en lo esterior triste semblante,
puesto un rato a pensar, afirmó cierto
haber cerca otro paso más abierto;
que por la banda diestra del poniente
dejando el monte del siniestro lado,
había un rastro, cursado antiguamente,
de la nacida yerba ya borrado,
por do podía pasar salva la gente
aunque era el trecho largo y despoblado,
para lo cual él mismo nos daría
una prática lengua y fida guía.
Fue de nosotros esto bien oído,
que alguna gente estaba ya dudosa,
y el donoso presente recebido,
también la recompensa fue donosa:
un manto de algodón rojo teñido
y una poblada cola de raposa,
quince cuentas de vidrio de colores,
con doce cascabeles sonadores.
La dádiva, del viejo agradecida,
por ser joyas entre ellos estimadas,
y la guía solícita venida
con todas las más cosas aprestadas,
pusimos en efeto la partida
siguiéndonos los indios dos jornadas,
dando vuelta después por otra senda,
dejándonos el indio en encomienda.
La cual nos iba siempre asegurando
gran riqueza, ganado y poblaciones,
los ánimos estrechos ensanchando
con falsas y engañosas relaciones,
diciendo: " Cuando Febo volteando
seis veces alumbrare estas regiones,
os prometo, so pena de la vida,
henchir del apetito la medida."
No sabré encarecer nuestra altiveza,
los ánimos briosos y lozanos,
la esperanza de bienes y riqueza,
las vanas trazas y discursos vanos.
El cerro, el monte, el risco y la aspereza
eran caminos fáciles y llanos,
y el peligro y trabajo exorbitante
no osaban ya ponérsenos delante.
Íbamos sin cuidar de bastimentos
por cumbres, valles hondos, cordelleras,
fabricando en los llenos pensamientos,
máquinas levantadas y quimeras.
Así ufanos, alegres y contentos
pasamos tres jornadas las primeras
pero a la cuarta, al tramontar del día,
se nos huyó la mentirosa guía.
El mal indicio, la sospecha cierta
los ánimos turbó más esforzados
viendo la falsa trama descubierta
y los trabajos ásperos doblados;
mas, aunque sin camino y en desierta
tierra, del gran peligro amenazados
y la hambre y fatiga todo junto,
no pudo detenernos solo un punto.
Pasamos adelante, descubriendo
siempre más arcabucos y breñales,
la cerrada espesura y paso abriendo
con hachas, con machetes y destrales;
otros con pico y azadón rompiendo
las peñas y arraigados matorrales,
do el caballo hostigado y receloso
afirmase seguro el pie medroso.
Nunca con tanto estorbo a los humanos
quiso impedir el paso la natura
y que así de los cielos soberanos,
los árboles midiesen la altura,
ni entre tantos peñascos y pantanos
mezcló tanta maleza y espesura,
como en este camino defendido,
de zarzas, breñas y árboles tejido.
También el cielo en contra conjurado,
la escasa y turbia luz nos encubría
de espesas nubes lóbregas cerrado,
volviendo en tenebrosa noche el día,
y de granizo y tempestad cargado
con tal furor el paso defendía,
que era mayor del cielo ya la guerra
que el trabajo y peligro de la tierra.
Unos presto socorro demandaban
en las hondas malezas sepultados;
otros, " ¡ ayuda!, ¡ ayuda! " , voceaban,
en húmidos pantanos atascados;
otros iban trepando, otros rodaban
los pies, manos y rostros desollados,
oyendo aquí y allí voces en vano,
sin poderse ayudar ni dar la mano.
Era lástima oír los alaridos,
ver los impedimentos y embarazos,
los caballos sin ánimo caídos,
destroncados los pies, rotos los brazos;
nuestros sencillos débiles vestidos
quedaban por las zarzas a pedazos;
descalzos y desnudos, sólo armados,
en sangre, lodo y en sudor bañados.
Y demás del trabajo incomportable,
faltando ya el refresco y bastimento,
la aquejadora hambre miserable
las cuerdas apretaba del tormento;
y el bien dudoso y daño indubitable
desmayaba la fuerza y el aliento,
cortando un dejativo sudor frío,
de los cansados miembros todo el brío.
Pero luego también considerando
la gloria que el trabajo aseguraba,
el corazón los miembros reforzando,
cualquier dificultad menospreciaba,
y los fuertes opuestos contrastando
todo lo por venir facilitaba,
que el valor más se muestra y se parece
cuando la fuerza de contrarios crece.
Así, pues, nuestro ejército rompiendo
de sólo la esperanza alimentado,
pasaba a puros brazos descubriendo
el encubierto cielo deseado.
Ìbanse ya las breñas destejiendo,
y el bosque de los árboles cerrado
desviando sus ramas intrincadas
nos daban paso y fáciles entradas.
Ya por aquella parte, ya por ésta
la entrada de la luz desocupando,
el yerto risco y empinada cuesta
iban sus altas cumbre allanando;
la espesa y congelada niebla opuesta,
el grueso vapor húmido exhalando,
así se adelgazaba y esparcía,
que penetrar la vista ya podía.
Siete días perdidos anduvimos
abriendo a hierro el impedido paso,
que en todo aquel discurso no tuvimos
do poder reclinar el cuerpo laso.
Al fin una mañana descubrimos
de Ancud el espaciosos y fértil raso,
y al pie del monte y áspera ladera
un estendido lago y gran ribera.
Era un ancho archipiélago, poblado
de innumerables islas deleitosas,
cruzando por el uno y otro lado
góndolas y piraguas presurosas.
Marinero jamás desesperado
en medio de las olas fluctuosas
con tanto gozo vio el vecino puerto,
como nosotros el camino abierto.
Luego, pues, en un tiempo arrodillados,
llenos de nuevo gozo y de ternura,
dimos gracias a Dios, que así escapados
nos vimos del peligro y desventura;
y de tantas fatigas olvidados,
siguiendo el buen suceso y la aventura,
con esperanza y ánimo lozano
salimos presto al agradable llano.
El enfermo, el herido, el estropeado,
el cojo, el manco, el débil, el tullido,
el desnudo, el descalzo, el desgarrado,
el desmayado, el flaco, el deshambrido
quedó sano, gallardo y alentado,
de nuevo esfuerzo y de valor vestido,
pareciéndole poco todo el suelo
y fácil cosa conquistar el cielo.
Mas con todo este esfuerzo, a la bajada
de la ribera, en partes montuosa,
hallamos la frutilla coronada
que produce la murta virtuosa;
y aunque agreste, montés, no sazonada,
fue a tan buena sazón y tan sabrosa,
que el celeste maná y ollas de Egito
no movieran mejor nuestro apetito.
Cual banda de langostas enviadas
por plaga a veces del linaje humano,
que en la espigas fértiles granadas
con un sordo rozar no dejan grano,
así pues en cuadrillas derramadas,
suelta la gente por el ancho llano,
dejaba los murtales más copados
de fruta, rama, y hoja despojados.
A puñados la fruta unos comían
de la hambre aquejados importuna;
otros ramos y hojas engullían,
no aguardando a cogerla una por una.
Quien huye al repartir la compañía,
buscando en lo escondido parte alguna
donde comer la rama desgajada
de las rapaces uñas escapada,
como el montón de las gallinas, cuando
salen al campo del corral cerrado,
aquí y allí solícitas buscando
el trigo de la troj desperdiciado,
que con los pies y picos escarbando,
halla alguna el regojo sepultado,
y alzándose con él, puesta en huida,
es de las otras luego perseguida,
así aquel que arrebata buena parte,
déste y de aquél aquí y allí seguido,
huyendo se retira luego en parte
donde pueda comer más escondido.
Ninguno, si algo alcanza, lo reparte,
que no era tiempo aquel de ser partido,
ni allí la caridad, aunque la había,
estenderse a los prójimos podía.
Estando con sabor desta manera
gustando aquella rústica comida,
llegó una corva góndola ligera
de doce largos remos impelida,
que zabordando recio en la ribera,
la chusma diestra y gente apercebida
saltaron luego en tierra sin recato
con muestra de amistad y llano trato.
Mas si queréis saber quién es la gente,
y la causa de haber así arribado,
no puedo aquí decíroslo al presente,
que estoy del gran camino quebrantado.
Así para sazón más conveniente
será bien que lo deje en este estado,
porque pueda entretanto repararme
y os dé menos fastidio el escucharme.
CANTO XXXV
¿Que cerros hay que el interés no allana
y qué dificultad que no la rompa ?
¿ Qué pecho fiel, qué voluntad tan sana,
que éste no le inficione y la corrompa ?.
Destruye el trato de la vida humana,
no hay orden que no la altere y la interrompa,
ni estrecha entrada ni cerrada puerta
que no la facilite y deje abierta.
Éste de parentescos y hermandades
desata el ñudo y vínculo más fuerte,
vuelve en enemistad las amistades
y el grato amor en desamor convierte;
inventor de desastres y maldades,
tropella a la razón, cambia la suerte,
hace al hielo caliente, al fuego frío
y hará subir por una cuesta un río.
Así por mil peligros y derrotas,
golfos profundos, mares no sulcados,
hasta las partes últimas ignotas
trujo sin descansar tantos soldados,
y por vías estériles remotas
del interés incitador llevados,
piensan escudriñar cuanto se encierra
en el círculo inmenso de la tierra.
Dije que don García había arribado
con prática y lucida compañía
al término de Chile señalado
de do nadie jamás pasado había;
y en medio de la raya el pie afirmado,
que los dos nuevos mundos dividía,
presente yo y atento a las señales,
las palabras que dijo fueron tales:
" Nación a cuyos pechos invencibles
no pudieron poner impedimentos
peligros y trabajos insufribles,
ni airados mares, ni contrarios vientos,
ni otros mil contrapuestos imposibles,
ni la fuerza de estrellas ni elementos,
que rompiendo por todo habéis llegado,
al término de orbe limitado:
" veis otro nuevo mundo que encubierto
los cielos hasta agora le han tenido,
el difícil camino y paso abierto
a sólo vuestros brazos concedido;
veis de tanto trabajo el premio cierto
y cuanto os ha Fortuna prometido,
que siendo de tan grande empresa autores,
habéis de ser sin límite señores;
" y la parlera fama discurriendo
hasta el extremo y término postrero,
las antiguas hazañas refiriendo
pondrá esta vuestra en el lugar primero;
pues en dos largos mundos no cabiendo,
venís a conquistar otro tercero,
donde podrán mejor sin estrecharse
vuestros ánimos grandes ensancharse.
" Y pues es la sazón tan oportuna
y poco necesarias las razones,
no quiero detener vuestra fortuna,
ni gastar más el tiempo en oraciones.
Sús, tomad posesión todos a una
desas nuevas provincias y regiones,
donde os tienen los hados a la entrada
tanta gloria y riqueza aparejada."
Luego pues de tropel toda la gente
a la plática apenas detenida,
pisó la nueva tierra libremente,
jamás del estranjero pie batida;
y con orden y paso diligente,
por una angosta senda mal seguida,
en larga retahíla y ordenada,
dimos principio a la primera jornada.
Caminamos sin rastro algunos días
de sólo el tino por el sol guiados,
abriendo pasos y cerradas vías
rematadas en riscos despeñados;
las mentirosas fugitivas guías
nos llevaron por partes engañados,
que parecía imposible al más gigante
poder volver atrás ni ir adelante.
Ya del móvil primero arrebatado
contra su curso el sol hacia el poniente,
al mundo cuatro vueltas había dado
calentando del pez la húmida frente,
cuando al bajar de un áspero collado
vimos salir diez indios de repente
por entre un arcabuco y breña espesa,
desnudos, en montón, trotando apriesa.
Del aire, de la lluvia y sol curtidos,
cubiertos de un espeso y largo vello,
pañetes cortos de cordel ceñidos,
altos de pecho y de fornido cuello,
la color y los ojos encendidos,
las uñas sin cortar, largo el cabello,
brutos campestres, rústicos salvajes,
de fieras cataduras y visajes.
Venía un robusto viejo el delantero,
al cual el medio cuerpo le cubría
un roto manto de sayal grosero
que mísera pobreza prometía.
Éste, pues, como dije allá primero,
era Tunconabal, que pretendía
mudar nuestros designios y opiniones
con fingidos consejos y razones.
Fuimos luego sobre ellos, recelando
ser gente de montaña fugitiva;
mas ellos, nuestros pasos atajando,
venían a más andar la cuesta arriba,
y al pie de una alta peña reparando
por do un quebrado arroyo se derriba,
todos nos aguardaron sin recelo,
puestas sus flechas y arcos en el suelo.
Luego el anciano a voces y en estraña
lengua de nuestro intérprete entendida
dijo : " ¡ Oh gente infeliz, a esta montaña
por falso engaño y relación traída,
do la serpiente y áspera alimaña
apenas sustentar pueden la vida,
y adonde el hijo bárbaro nacido
es de incultas raíces mantenido !
" ¿ Qué información siniestra, qué noticia
incita así vuestro ánimo invencible ?
¿ Qué dañado consejo o qué malicia
os ha facilitado lo imposible ?
Frenad, aunque loable, esa cudicia
que la empresa es difícil y terrible;
y vais sin duda todos engañados
a miserable muerte condenados,
" que cuando no encontréis gente de guerra
que os ponga en el pasaje impedimento,
hallaréis una sierra y otra sierra,
y una espesura y otra y otras ciento,
tanto que la aspereza de la tierra,
por la falta de yerba y nutrimento
y contagión del aire, no consiente
en su esterilidad cosa viviente.
" Y aunque me veis en bruto transformado
a la silvestre vida reducido,
sabed que ya en un tiempo fui soldado,
y que también las armas he vestido;
así que por la ley que he profesado,
viendo que va este ejército perdido,
la lástima me mueve a aconsejaros
que sin pasar de aquí, queráis tornaros;
" que estas yermas campañas y espesuras
hasta el frígido sur continuadas,
han de ser el remate y sepulturas
de todas vuestras prósperas jornadas.
Mirad destos salvajes las figuras
de quien son como fieras habitadas,
y el fruto que nos dan escasamente,
del cual os traigo un mísero presente."
En esto, de un fardel de ovas marinas
a la manera de una red tejidas,
sacó diversas frutas montesinas,
duras, verdes, agrestes, desabridas,
carne seca de fieras salvajinas
y otras silvestres rústicas comidas;
langosta al sol curada y lagartijas,
con mil varias inmundas sabandijas.
Admirónos la forma y la estrañeza
de aquella gente bárbara notable,
la gran selvatiquez y rustiqueza,
el fiero aspecto y término intratable.
La espesura de montes y aspereza,
y el fruto de aquel suelo miserable,
tierra yerma, desierta y despoblada,
de trato y vecindad tan apartada.
Preguntámosle allí, si prosiguiendo
la tierra, era delante montuosa;
respondiónos el viejo sonriendo
ser más áspera, dura y fragosa,
y que así la montaña iba creciendo
que era imposible y temeraria cosa
romper tanta maleza y espesura
puesta allí por secreto de natura.
Pero visto nuestro ánimo ambicioso,
que era de proseguir siempre adelante,
y que el fingido aviso malicioso
a volvernos atrás no era bastante,
con un afecto tierno y amoroso,
mostrando en lo esterior triste semblante,
puesto un rato a pensar, afirmó cierto
haber cerca otro paso más abierto;
que por la banda diestra del poniente
dejando el monte del siniestro lado,
había un rastro, cursado antiguamente,
de la nacida yerba ya borrado,
por do podía pasar salva la gente
aunque era el trecho largo y despoblado,
para lo cual él mismo nos daría
una prática lengua y fida guía.
Fue de nosotros esto bien oído,
que alguna gente estaba ya dudosa,
y el donoso presente recebido,
también la recompensa fue donosa:
un manto de algodón rojo teñido
y una poblada cola de raposa,
quince cuentas de vidrio de colores,
con doce cascabeles sonadores.
La dádiva, del viejo agradecida,
por ser joyas entre ellos estimadas,
y la guía solícita venida
con todas las más cosas aprestadas,
pusimos en efeto la partida
siguiéndonos los indios dos jornadas,
dando vuelta después por otra senda,
dejándonos el indio en encomienda.
La cual nos iba siempre asegurando
gran riqueza, ganado y poblaciones,
los ánimos estrechos ensanchando
con falsas y engañosas relaciones,
diciendo: " Cuando Febo volteando
seis veces alumbrare estas regiones,
os prometo, so pena de la vida,
henchir del apetito la medida."
No sabré encarecer nuestra altiveza,
los ánimos briosos y lozanos,
la esperanza de bienes y riqueza,
las vanas trazas y discursos vanos.
El cerro, el monte, el risco y la aspereza
eran caminos fáciles y llanos,
y el peligro y trabajo exorbitante
no osaban ya ponérsenos delante.
Íbamos sin cuidar de bastimentos
por cumbres, valles hondos, cordelleras,
fabricando en los llenos pensamientos,
máquinas levantadas y quimeras.
Así ufanos, alegres y contentos
pasamos tres jornadas las primeras
pero a la cuarta, al tramontar del día,
se nos huyó la mentirosa guía.
El mal indicio, la sospecha cierta
los ánimos turbó más esforzados
viendo la falsa trama descubierta
y los trabajos ásperos doblados;
mas, aunque sin camino y en desierta
tierra, del gran peligro amenazados
y la hambre y fatiga todo junto,
no pudo detenernos solo un punto.
Pasamos adelante, descubriendo
siempre más arcabucos y breñales,
la cerrada espesura y paso abriendo
con hachas, con machetes y destrales;
otros con pico y azadón rompiendo
las peñas y arraigados matorrales,
do el caballo hostigado y receloso
afirmase seguro el pie medroso.
Nunca con tanto estorbo a los humanos
quiso impedir el paso la natura
y que así de los cielos soberanos,
los árboles midiesen la altura,
ni entre tantos peñascos y pantanos
mezcló tanta maleza y espesura,
como en este camino defendido,
de zarzas, breñas y árboles tejido.
También el cielo en contra conjurado,
la escasa y turbia luz nos encubría
de espesas nubes lóbregas cerrado,
volviendo en tenebrosa noche el día,
y de granizo y tempestad cargado
con tal furor el paso defendía,
que era mayor del cielo ya la guerra
que el trabajo y peligro de la tierra.
Unos presto socorro demandaban
en las hondas malezas sepultados;
otros, " ¡ ayuda!, ¡ ayuda! " , voceaban,
en húmidos pantanos atascados;
otros iban trepando, otros rodaban
los pies, manos y rostros desollados,
oyendo aquí y allí voces en vano,
sin poderse ayudar ni dar la mano.
Era lástima oír los alaridos,
ver los impedimentos y embarazos,
los caballos sin ánimo caídos,
destroncados los pies, rotos los brazos;
nuestros sencillos débiles vestidos
quedaban por las zarzas a pedazos;
descalzos y desnudos, sólo armados,
en sangre, lodo y en sudor bañados.
Y demás del trabajo incomportable,
faltando ya el refresco y bastimento,
la aquejadora hambre miserable
las cuerdas apretaba del tormento;
y el bien dudoso y daño indubitable
desmayaba la fuerza y el aliento,
cortando un dejativo sudor frío,
de los cansados miembros todo el brío.
Pero luego también considerando
la gloria que el trabajo aseguraba,
el corazón los miembros reforzando,
cualquier dificultad menospreciaba,
y los fuertes opuestos contrastando
todo lo por venir facilitaba,
que el valor más se muestra y se parece
cuando la fuerza de contrarios crece.
Así, pues, nuestro ejército rompiendo
de sólo la esperanza alimentado,
pasaba a puros brazos descubriendo
el encubierto cielo deseado.
Ìbanse ya las breñas destejiendo,
y el bosque de los árboles cerrado
desviando sus ramas intrincadas
nos daban paso y fáciles entradas.
Ya por aquella parte, ya por ésta
la entrada de la luz desocupando,
el yerto risco y empinada cuesta
iban sus altas cumbre allanando;
la espesa y congelada niebla opuesta,
el grueso vapor húmido exhalando,
así se adelgazaba y esparcía,
que penetrar la vista ya podía.
Siete días perdidos anduvimos
abriendo a hierro el impedido paso,
que en todo aquel discurso no tuvimos
do poder reclinar el cuerpo laso.
Al fin una mañana descubrimos
de Ancud el espaciosos y fértil raso,
y al pie del monte y áspera ladera
un estendido lago y gran ribera.
Era un ancho archipiélago, poblado
de innumerables islas deleitosas,
cruzando por el uno y otro lado
góndolas y piraguas presurosas.
Marinero jamás desesperado
en medio de las olas fluctuosas
con tanto gozo vio el vecino puerto,
como nosotros el camino abierto.
Luego, pues, en un tiempo arrodillados,
llenos de nuevo gozo y de ternura,
dimos gracias a Dios, que así escapados
nos vimos del peligro y desventura;
y de tantas fatigas olvidados,
siguiendo el buen suceso y la aventura,
con esperanza y ánimo lozano
salimos presto al agradable llano.
El enfermo, el herido, el estropeado,
el cojo, el manco, el débil, el tullido,
el desnudo, el descalzo, el desgarrado,
el desmayado, el flaco, el deshambrido
quedó sano, gallardo y alentado,
de nuevo esfuerzo y de valor vestido,
pareciéndole poco todo el suelo
y fácil cosa conquistar el cielo.
Mas con todo este esfuerzo, a la bajada
de la ribera, en partes montuosa,
hallamos la frutilla coronada
que produce la murta virtuosa;
y aunque agreste, montés, no sazonada,
fue a tan buena sazón y tan sabrosa,
que el celeste maná y ollas de Egito
no movieran mejor nuestro apetito.
Cual banda de langostas enviadas
por plaga a veces del linaje humano,
que en la espigas fértiles granadas
con un sordo rozar no dejan grano,
así pues en cuadrillas derramadas,
suelta la gente por el ancho llano,
dejaba los murtales más copados
de fruta, rama, y hoja despojados.
A puñados la fruta unos comían
de la hambre aquejados importuna;
otros ramos y hojas engullían,
no aguardando a cogerla una por una.
Quien huye al repartir la compañía,
buscando en lo escondido parte alguna
donde comer la rama desgajada
de las rapaces uñas escapada,
como el montón de las gallinas, cuando
salen al campo del corral cerrado,
aquí y allí solícitas buscando
el trigo de la troj desperdiciado,
que con los pies y picos escarbando,
halla alguna el regojo sepultado,
y alzándose con él, puesta en huida,
es de las otras luego perseguida,
así aquel que arrebata buena parte,
déste y de aquél aquí y allí seguido,
huyendo se retira luego en parte
donde pueda comer más escondido.
Ninguno, si algo alcanza, lo reparte,
que no era tiempo aquel de ser partido,
ni allí la caridad, aunque la había,
estenderse a los prójimos podía.
Estando con sabor desta manera
gustando aquella rústica comida,
llegó una corva góndola ligera
de doce largos remos impelida,
que zabordando recio en la ribera,
la chusma diestra y gente apercebida
saltaron luego en tierra sin recato
con muestra de amistad y llano trato.
Mas si queréis saber quién es la gente,
y la causa de haber así arribado,
no puedo aquí decíroslo al presente,
que estoy del gran camino quebrantado.
Así para sazón más conveniente
será bien que lo deje en este estado,
porque pueda entretanto repararme
y os dé menos fastidio el escucharme.
CANTO XXXIV
HABLA CAUPOLICÁN A REYNOSO Y, SABIENDO QUE HA DE MORIR, SE VUELVE CRISTIANO; MUERE DE MISERABLE MUERTE AUNQUE CON ÁNIMO ESFORZADO. LOS ARAUCANOS SE JUNTAN A LA ELECCIÓN DEL NUEVO GENERAL. MANDA EL REY DON FELIPE LEVANTAR GENTE PARA ENTRAR EN PORTUGAL.
CANTO XXXIV
¡Oh vida miserable y trabajosa
a tantas desventuras sometida !
¡ Prosperidad humana sospechosa
pues nunca hubo ninguna sin caída !
¿ Qué cosa habrá tan dulce y tan sabrosa
que no sea amarga al cabo y desabrida ?
No hay gusto, no hay placer ni su descuento,
que el dejo del deleite es el tormento.
Hombres famosos en el siglo ha habido
a quien la vida larga ha deslustrado,
que el mundo los hubiera preferido
si la muerte se hubiera anticipado:
Aníbal desto buen ejemplo ha sido
y el Cónsul que en Farsalia derrocado
perdió por vivir mucho, no el segundo,
mas el lugar primero deste mundo.
Esto confirma bien Caupolicano,
famoso capitán y gran guerrero,
que en el término américo-indiano
tuvo en las armas el lugar primero;
mas cargóle Fortuna así la mano
( dilatándole el término postrero ),
que fue mucho mayor que la subida
la miserable y súbita caída.
El cual, reconociendo que su gente
vacilando en la fe titubeaba,
viendo que ya la próspera creciente
de su fortuna apriesa declinaba,
hablar quiso a Reynoso claramente;
que venido a saber lo que pasaba,
presente el congregado pueblo todo,
habló el bárbaro grave deste modo:
" Si a vergonzoso estado reducido
me hubiera el duro y áspero destino,
y si ésta mi caída hubiera sido
debajo de hombre y capitán indino,
no tuve así el brazo desfallecido
que no abriera a la muerte yo camino
por este propio pecho con mi espada,
cumpliendo el curso y mísera jornada;
" mas juzgándote digno y de quien puedo
recebir sin vergüenza yo la vida
lo que de mí pretendes te concedo
luego que a mí me fuere concedida;
ni pienses que a la muerte tengo miedo,
que aquesa es de los prósperos temida,
y en mí por esperiencia he probado,
cuán mal le está el vivir al desdichado.
" Yo soy Caupolicán, que el hado mío
por tierra derrocó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento.
La paz está en mi mano y albedrío
y el hacer y afirmar cualquier asiento
pues tengo por mi cargo y providencia
toda la tierra en freno y obediencia,
" Soy quien mató a Valdivia en Tucapelo,
y quien dejó a Purén desmantelado;
soy el que puso a Penco por el suelo
y el que tantas batallas ha ganado;
pero el revuelto ya contrario cielo,
de vitorias y triunfos rodeado,
me ponen a tus pies a que te pida
por un muy breve término la vida.
" Cuando mi causa no sea justa, mira
que el que perdona más es más clemente
y si a venganza la pasión te tira,
pedirte yo la vida es suficiente.
Aplaca el pecho airado, que la ira
es en el poderoso impertinente;
y si en darme la muerte estás ya puesto,
especie de piedad es darla presto.
" No pienses que aunque muera aquí a tus manos,
ha de faltar cabeza en el Estado,
que luego habrá otros mil Caupolicanos
mas como yo ninguno desdichado;
y pues conoces ya a los araucanos,
que dellos soy el mínimo soldado,
tentar nueva fortuna error sería,
yendo tan cuesta abajo ya la mía.
" Mira que a muchos vences en vencerte,
frena el ímpetu y cólera dañosa:
que la ira examina al varón fuerte,
y el perdonar, venganza es generosa.
La paz común destruyes con mi muerte,
suspende ahora la espada rigurosa,
debajo de la cual están a una
mi desnuda garganta y tu fortuna.
" Aspira a más y a mayor gloria atiende,
no quieras en poca agua así anegarte,
que lo que la fortuna aquí pretende,
sólo es que quieras della aprovecharte.
Conoce el tiempo y tu ventura entiende,
que estoy en tu poder, ya de tu parte,
y muerto no tendrás de cuanto has hecho,
sino un cuerpo de un hombre sin provecho.
" Que si esta mi cabeza desdichada
pudiera, ¡ oh capitán ! satisfacerte,
tendiera el cuello a que con esa espada
remataras aquí mi triste suerte;
pero deja la vida condenada
el que procura apresurar su muerte,
y más en este tiempo, que la mía
la paz universal perturbaría.
" Y pues por la esperiencia claro has visto,
que libre y preso, en público y secreto,
de mis soldados soy temido y quisto,
y está a mi voluntad todo sujeto,
haré yo establecer la ley de Christo,
y que, sueltas las armas, te prometo
vendrá toda la tierra en mi presencia
a dar al Rey Felipe la obediencia.
" Tenme en prisión segura retirado
hasta que cumpla aquí lo que pusiere;
que yo sé que el ejército y Senado
en todo aprobarán lo que hiciere.
Y el plazo puesto y término pasado,
podré también morir, si no cumpliere:
escoge lo que más te agrada desto,
que para ambas fortunas estoy presto."
No dijo el indio más, y la respuesta
sin turbación mirándole atendía,
y la importante vida o muerte presta
callando con igual rostro pedía;
que por más que fortuna contrapuesta
procuraba abatirle, no podía,
guardando, aunque vencido y preso, en todo
cierto término libre y grave modo.
Hecha la confesión, como lo escribo,
con más rigor y priesa que advertencia,
luego a empalar y asaetearle vivo
fue condenado en pública sentencia.
No la muerte y el término excesivo
causó en su gran semblante diferencia,
que nunca por mudanzas vez alguna
pudo mudarle el rostro la fortuna,
Pero mudóle Dios en un momento,
obrando en él su poderosa mano
pues con lumbre de fe y conocimiento
se quiso baptizar y ser christiano.
Causó lástima y junto gran contento
al circunstante pueblo castellano,
con grande admiración de todas gentes
y espanto de los bárbaros presentes.
Luego aquel triste, aunque felice día,
que con solennidad le baptizaron,
y en lo que el tiempo escaso permitía
en la fe verdadera le informaron,
cercado de una gruesa compañía
de bien armada gente le sacaron
a padecer la muerte consentida,
con esperanza ya de mejor vida.
Descalzo, destocado, a pie, desnudo,
dos pesadas cadenas arrastrando,
con una soga al cuello y grueso ñudo,
de la cual el verdugo iba tirando,
cercado en torno de armas y el menudo
pueblo detrás, mirando y remirando
si era posible aquello que pasaba
que, visto por los ojos, aún dudaba.
Desta manera, pues, llegó al tablado,
que estaba un tiro de arco del asiento
media pica del suelo levantado,
de todas partes a la vista esento;
donde con el esfuerzo acostumbrado,
sin mudanza y señal de sentimiento,
por la escala subió tan desenvuelto
como si de prisiones fuera suelto.
Puesto ya en lo más alto, revolviendo
a un lado y otro la serena frente,
estuvo allí parado un rato viendo
el gran concurso y multitud de gente,
que el increíble caso y estupendo
atónita miraba atentamente,
teniendo a maravilla y gran espanto
haber podido la fortuna tanto.
Llegóse él mismo al palo donde había
de ser la atroz sentencia ejecutada
con un semblante tal, que parecía
tener aquel terrible trance en nada,
diciendo: " Pues el hado y suerte mía
me tienen esta muerte aparejada,
venga, que yo la pido, yo la quiero
que ningún mal hay grande, si es postrero."
Luego llegó el verdugo diligente,
que era un negro gelofo, mal vestido,
el cual viéndole el bárbaro presente
para darle la muerte prevenido,
bien que con rostro y ánimo paciente
las afrentas de más había sufrido,
sufrir no pudo aquella, aunque postrera,
diciendo en alta voz desta manera;
" ¿ Cómo que en christiandad y pecho honrados
cabe cosa tan fuera de medida,
que a un hombre como yo tan señalado
le dé muerte una mano así abatida ?.
Basta, basta morir al más culpado,
que al fin todo se paga con la vida;
y es usar deste término conmigo
inhumana venganza y no castigo.
" ¿ No hubiera alguna espada aquí de cuantas
contra mí se arrancaron a porfía,
que usada a nuestras míseras gargantas,
cercenara de un golpe aquesta mía ?
Que aunque ensaye su fuerza en mí de tantas
maneras la fortuna en este día
acabar no podrá que bruta mano
toque al gran General Caupolicano."
Esto dicho y alzando el pie derecho
( aunque de las cadenas impedido )
dio tal coz al verdugo que gran trecho
le echó rodando abajo mal herido;
reprehendido el impaciente hecho,
y él del súbito enojo reducido,
le sentaron después con poca ayuda
sobre la punta de la estaca aguda.
No el aguzado palo penetrante
por más que las entrañas le rompiese
barrenándole el cuerpo, fue bastante
a que al dolor intenso se rindiese:
que con sereno término y semblante,
sin que labrio ni ceja retorciese,
sosegado quedó de la manera
que si asentado en tálamo estuviera.
En esto, seis flecheros señalados,
que prevenidos para aquello estaban
treinta pasos de trecho, desviados
por orden y de espacio le tiraban;
y aunque en toda maldad ejercitados,
al despedir la flecha vacilaban,
temiendo poner mano en un tal hombre
de tanta autoridad y tan gran nombre.
Mas Fortuna cruel, que ya tenía
tan poco por hacer y tanto hecho,
si tiro alguno avieso allí salía,
forzando el curso le traía derecho
y en breve, sin dejar parte vacía,
de cien flechas quedó pasado el pecho,
por do aquel grande espíritu echó fuera,
que por menos heridas no cupiera.
Paréceme que siento enternecido
al más cruel y endurecido oyente
deste bárbaro caso referido
al cual, Señor, no estuve yo presente,
que a la nueva conquista había partido
de la remota y nunca vista gente;
que si yo a la sazón allí estuviera,
la cruda ejecución se suspendiera.
Quedó abiertos los ojos y de suerte
que por vivo llegaban a mirarle,
que la amarilla y afeada muerte
no pudo aún puesto allí desfigurarle.
Era el miedo en los bárbaros tan fuerte
que no osaban dejar de respetarle,
ni allí se vio en alguno tal denuedo,
que puesto cerca dél no hubiese miedo.
La voladora fama presurosa
derramó por la tierra en un momento
la no pensada muerte ignominiosa,
causando alteración y movimiento.
Luego la tuba, incrédula y dudosa,
con nueva turbación y desatiento
corre con priesa y corazón incierto
a ver si era verdad que fuese muerto.
Era el número tanto que bajaba
del contorno y distrito comarcano,
que en ancha y apiñada rueda estaba
siempre cubierto el espacio llano.
Crédito allí a la vista no se daba
si ya no le tocaban con la mano
y aún tocado, después les parecía
que era cosa de sueño o fantasía.
No la afrentosa muerte impertinente
para temor del pueblo esecutada
ni la falta de un hombre así eminente
( en que nuestra esperanza iba fundada )
amedrentó ni acobardó la gente;
antes de aquella injuria provocada
a la cruel satisfación aspira,
llena de nueva rabia y mayor ira.
Unos con sed rabiosa de venganza
por la afrenta y oprobio recebido,
otros con la codicia y esperanza
del oficio y bastón ya pretendido,
antes que sosegase la tardanza
el ánimo del pueblo removido,
daban calor y fuerzas a la guerra
incitando a furor toda la tierra.
Si hubiese de escribir la bravería
de Tucapel, de Rengo y Lepomande,
Orompello, Lincoya y Lebopía,
Purén, Cayocupil y Mareande,
en un espacio largo no podría
y fuera menester libro más grande,
que cada cual con hervoroso afecto
pretende allí y aspira a ser electo.
Pero el cacique Colocolo, viendo
el daño de los muchos pretendientes,
como prudente y sabio conociendo
pocos para el gran cargo suficientes,
su anciana gravedad interponiendo
les hizo mensajeros diligentes
para que se juntasen a consulta
en lugar apartado y parte oculta.
Los que abreviar el tiempo deseaban,
luego para la junta se aprestaron,
y muchos, recelando que tardaban,
la diligencia y paso apresuraron;
otros que a otro camino enderezaban,
por no se declarar no rehusaron,
siguiendo sin faltar un hombre solo
el sabio parecer de Colocolo.
Fue entre ellos acordado que viniesen
solos, a la ligera, sin bullicio,
porque los enemigos no tuviesen
de aquella nueva junta algún indicio,
haciendo que de todas partes fuesen
indios que con industria y artificio
instasen en la paz siempre ofrecida,
con muestra humilde y contrición fingida.
El plazo puesto y sitio señalado
en un cómodo valle y escondido,
la convocada gente del Senado
al término llegó constituido;
y entre ellos Tucapel determinado
do por bien o por mal ser elegido,
y otros que con menores fundamentos,
mostraban sus preñados pensamientos.
Siento fraguarse nuevas disensiones,
moverse gran discordia y diferencia,
hervir con ambición los corazones,
brotar el odio antiguo y competencia;
variar los designios y opiniones
sin manera o señal de conveniencia,
fundando cada cual su desvarío
en la fuerza del brazo y albedrío.
Entrados, como digo, en el consejo,
los caciques y nobles congregados,
todos con sus insignias y aparejo,
según su antigua preeminencia armados,
Colocolo, sagaz y cauto viejo,
viéndolos en los rostros demudados,
aunque aguardaba a la sazón postrera,
adelantó la voz desta manera.
Pero si no os cansáis, Señor, primero
que os diga lo que dijo Colocolo,
tomar otro camino largo quiero
y volver el designio a nuestro polo.
Que aunque a deciros mucho me profiero,
el sujeto que tomo basta solo
a levantar mi baja voz cansada
de materia hasta aquí necesitada.
Mas si me dais licencia yo querría
( para que más a tiempo esto refiera)
alcanzar, si pudiese, a don García
aunque es diversa y larga la carrera;
el cual en el turbado reino había
reformado los pueblos de manera
que puso con solícito cuidado
la justicia y gobierno en buen estado.
Pasó de Villarrica el fértil llano
que tiene al sur el gran volcán vecino,
fragua ( según afirman ) de Vulcano,
que regoldando fuego está contino.
De allí volviendo por la diestra mano,
visitando la tierra al cabo vino
al ancho lago y gran desaguadero,
término de Valdivia y fin postrero,
donde también llegué, que sus pisadas
sin descansar un punto voy siguiendo,
y de las más ciudades convocadas
iban gentes en número acudiendo
pláticas en conquistas y jornadas;
y así el tumulto bélico creciendo
en sordo són confuso ribombaba
y el vecino contorno amedrentaba;
que arrebatado del ligero viento,
y por la fama lejos esparcido,
hirió el desapacible y duro acento
de los remotos indios el oído;
los cuales, con turbado sentimiento,
huyen del nuevo y fiero són temido
cual medrosas ovejas derramadas
del aullido del lobo amedrentadas.
Nunca el escuro y tenebroso velo
de nubes congregadas de repente,
ni presto rayo que rasgando el cielo
baja tronando envuelto en llama ardiente,
ni terremoto cuando tiembla en suelo,
turba y atemoriza así a la gente,
como el horrible estruendo de la guerra
turbó y amedrentó toda la tierra.
Quién sin duda publica que ya entraban
destruyendo ganados y comidas;
quién que la tierra y pueblos saqueaban
privando a los caciques de las vidas;
quién que a las nobles dueñas deshonraban
y forzaban las hijas recogidas,
haciendo otros insultos y maldades
sin reservar lugar, sexo ni edades.
Crece el desorden, crece el descontento
con cada cosa que la fama aumenta,
teniendo y afirmando por muy cierto
cuanto el triste temor les representa.
Sólo el salvarse les parece incierto
y esto los atribula y atormenta;
allá corren gritando, acá revuelven,
todos lo creen y en nada se resuelven.
Mas luego que el temor desatinado
que la gente llevaba derramada
dejó en ella lugar desocupado
por donde la razón hallase entrada,
el atónito pueblo reportado,
su total perdición considerada,
se junta a consultar en este medio
las cosas importantes al remedio.
Hallóse en este vario ayuntamiento
Tunconabala, plático soldado,
persona de valor y entendimiento,
en la araucana escuela dotrinado,
que por cierta quistión y acaecimiento
de su tierra y parientes desterrados,
se redujo a doméstico ejercicio,
huyendo el trato bélico y bullicio.
El cual, viendo en el pueblo diferente
el miedo grande y confusión que había,
pues sin oír trompeta ni ver gente
le espantaba su misma vocería,
en un lugar capaz y conveniente
junta toda la noble compañía.
Sosegado el rumor y alteraciones,
les comenzó a decir estas razones:
" Escusado es, amigos, que yo os diga
el peligroso punto en que nos vemos
por esta gente pérfida enemiga
que ya, cierto, a las puertas la tenemos;
pues el temor que a todos nos fatiga,
nos apremia y constriñe a que entreguemos
la libertad y casas al tirano,
dándole entrada libre y paso llano.
" ¿ A qué fosado muro o antepecho,
a qué fuerza o ciudad, a qué castillo
os podéis retirar en este estrecho,
que baste sola una hora a resistillo ?
Si queréis hacer rostro y mostrar pecho,
desnudo le ofrecemos el cuchillo,
pues nos coge esta furia repentina
sin armas, capitán, ni diciplina.
" Que estos barbudos crueles y terribles
del bien universal usurpadores,
son fuertes, poderosos, invencibles,
y en todas sus empresas vencedores;
arrojan rayos con estruendo horribles,
pelean sobre animales corredores,
grandes, bravos, feroces y alentados,
de solo el pensamiento gobernados.
" Y pues contra sus armas y fiereza
defensa no tenéis de fuerza o muro,
la industria ha de suplir nuestra flaqueza
y prevenir con tiempo el mal futuro;
que mostrando doméstica llaneza
les podéis prometer paso seguro,
como a nación vecina y gente amiga,
que la promesa en daño a nadie obliga,
" haciendo en este tiempo limitado
retirar con silencio y buena maña
la ropa, provisiones y ganado
al último rincón de la montaña,
dejando el alimento tan tasado,
que vengan a entender que esta campaña
es estéril, es seca y mal templada,
de gente pobre y mísera habitada.
" Porque estos insaciables avarientos,
viendo la tierra pobre y poca presa,
sin duda mudarán los pensamientos
dejando por inútil esta empresa;
y la falta de gente y bastimentos
los echará deste distrito apriesa,
guiados por la breña y gran recuesto
de do quizá no volverán tan presto.
" Tenéis de Ancud el paso y estrecheza
cerrado de peñascos y jarales,
por do quiso impedir naturaleza
el trato a los vecinos naturales;
cuya espesura grande y aspereza
aún no pueden romper los animales,
y las aves alígeras del cielo
sienten trabajo en el pasarle a vuelo.
" Llevados por aquí, sin duda creo
que viendo el alto monte peligroso
corregirán el ímpetu y deseo,
volviendo atrás el paso presuroso.
Y si quieren buscar algún rodeo,
desviarse de aquí será forzoso,
dejando esta región por miserable
libre de su insolencia intolerable.
" Y aunque la libertad y vida mía
sé que corre peligro en el viaje,
con rústica y desnuda compañía
salir quiero encontrarlos al pasaje,
y fingiendo ignorancia y alegría,
vestido de grosero y pobre traje,
ofrecerles en don una miseria
que arguya y dé a entender nuestra laceria.
" Quizá viendo el trabajo y poco fruto
que se puede esperar de la pobreza,
la estéril tierra y mísero tributo,
el linaje de gente y rustiqueza,
mudarán el intento resoluto
que es de buscar haciendas y riqueza,
haciéndoles volver con maña y arte
las armas y designios a otra parte."
No acabó su razón el indio cuando
se levantó un rumor entre la gente
al parecer a voces aprobando,
sin mostrarse ninguno diferente;
y así la ejecución apresurando
en lo ya consultado conveniente,
corrieron al efecto, retirados
los muebles, vituallas y ganados.
Ya el español con la presteza usada
al último confín había venido,
dando remate a la postrer jornada
del límite hasta allí constituido;
y puesto el pie en la raya señalada,
el presuroso paso suspendido,
dijo ( si ya escucharlo no os enoja )
lo que el canto dirá, vuelta la hoja.
CANTO XXXIV
¡Oh vida miserable y trabajosa
a tantas desventuras sometida !
¡ Prosperidad humana sospechosa
pues nunca hubo ninguna sin caída !
¿ Qué cosa habrá tan dulce y tan sabrosa
que no sea amarga al cabo y desabrida ?
No hay gusto, no hay placer ni su descuento,
que el dejo del deleite es el tormento.
Hombres famosos en el siglo ha habido
a quien la vida larga ha deslustrado,
que el mundo los hubiera preferido
si la muerte se hubiera anticipado:
Aníbal desto buen ejemplo ha sido
y el Cónsul que en Farsalia derrocado
perdió por vivir mucho, no el segundo,
mas el lugar primero deste mundo.
Esto confirma bien Caupolicano,
famoso capitán y gran guerrero,
que en el término américo-indiano
tuvo en las armas el lugar primero;
mas cargóle Fortuna así la mano
( dilatándole el término postrero ),
que fue mucho mayor que la subida
la miserable y súbita caída.
El cual, reconociendo que su gente
vacilando en la fe titubeaba,
viendo que ya la próspera creciente
de su fortuna apriesa declinaba,
hablar quiso a Reynoso claramente;
que venido a saber lo que pasaba,
presente el congregado pueblo todo,
habló el bárbaro grave deste modo:
" Si a vergonzoso estado reducido
me hubiera el duro y áspero destino,
y si ésta mi caída hubiera sido
debajo de hombre y capitán indino,
no tuve así el brazo desfallecido
que no abriera a la muerte yo camino
por este propio pecho con mi espada,
cumpliendo el curso y mísera jornada;
" mas juzgándote digno y de quien puedo
recebir sin vergüenza yo la vida
lo que de mí pretendes te concedo
luego que a mí me fuere concedida;
ni pienses que a la muerte tengo miedo,
que aquesa es de los prósperos temida,
y en mí por esperiencia he probado,
cuán mal le está el vivir al desdichado.
" Yo soy Caupolicán, que el hado mío
por tierra derrocó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento.
La paz está en mi mano y albedrío
y el hacer y afirmar cualquier asiento
pues tengo por mi cargo y providencia
toda la tierra en freno y obediencia,
" Soy quien mató a Valdivia en Tucapelo,
y quien dejó a Purén desmantelado;
soy el que puso a Penco por el suelo
y el que tantas batallas ha ganado;
pero el revuelto ya contrario cielo,
de vitorias y triunfos rodeado,
me ponen a tus pies a que te pida
por un muy breve término la vida.
" Cuando mi causa no sea justa, mira
que el que perdona más es más clemente
y si a venganza la pasión te tira,
pedirte yo la vida es suficiente.
Aplaca el pecho airado, que la ira
es en el poderoso impertinente;
y si en darme la muerte estás ya puesto,
especie de piedad es darla presto.
" No pienses que aunque muera aquí a tus manos,
ha de faltar cabeza en el Estado,
que luego habrá otros mil Caupolicanos
mas como yo ninguno desdichado;
y pues conoces ya a los araucanos,
que dellos soy el mínimo soldado,
tentar nueva fortuna error sería,
yendo tan cuesta abajo ya la mía.
" Mira que a muchos vences en vencerte,
frena el ímpetu y cólera dañosa:
que la ira examina al varón fuerte,
y el perdonar, venganza es generosa.
La paz común destruyes con mi muerte,
suspende ahora la espada rigurosa,
debajo de la cual están a una
mi desnuda garganta y tu fortuna.
" Aspira a más y a mayor gloria atiende,
no quieras en poca agua así anegarte,
que lo que la fortuna aquí pretende,
sólo es que quieras della aprovecharte.
Conoce el tiempo y tu ventura entiende,
que estoy en tu poder, ya de tu parte,
y muerto no tendrás de cuanto has hecho,
sino un cuerpo de un hombre sin provecho.
" Que si esta mi cabeza desdichada
pudiera, ¡ oh capitán ! satisfacerte,
tendiera el cuello a que con esa espada
remataras aquí mi triste suerte;
pero deja la vida condenada
el que procura apresurar su muerte,
y más en este tiempo, que la mía
la paz universal perturbaría.
" Y pues por la esperiencia claro has visto,
que libre y preso, en público y secreto,
de mis soldados soy temido y quisto,
y está a mi voluntad todo sujeto,
haré yo establecer la ley de Christo,
y que, sueltas las armas, te prometo
vendrá toda la tierra en mi presencia
a dar al Rey Felipe la obediencia.
" Tenme en prisión segura retirado
hasta que cumpla aquí lo que pusiere;
que yo sé que el ejército y Senado
en todo aprobarán lo que hiciere.
Y el plazo puesto y término pasado,
podré también morir, si no cumpliere:
escoge lo que más te agrada desto,
que para ambas fortunas estoy presto."
No dijo el indio más, y la respuesta
sin turbación mirándole atendía,
y la importante vida o muerte presta
callando con igual rostro pedía;
que por más que fortuna contrapuesta
procuraba abatirle, no podía,
guardando, aunque vencido y preso, en todo
cierto término libre y grave modo.
Hecha la confesión, como lo escribo,
con más rigor y priesa que advertencia,
luego a empalar y asaetearle vivo
fue condenado en pública sentencia.
No la muerte y el término excesivo
causó en su gran semblante diferencia,
que nunca por mudanzas vez alguna
pudo mudarle el rostro la fortuna,
Pero mudóle Dios en un momento,
obrando en él su poderosa mano
pues con lumbre de fe y conocimiento
se quiso baptizar y ser christiano.
Causó lástima y junto gran contento
al circunstante pueblo castellano,
con grande admiración de todas gentes
y espanto de los bárbaros presentes.
Luego aquel triste, aunque felice día,
que con solennidad le baptizaron,
y en lo que el tiempo escaso permitía
en la fe verdadera le informaron,
cercado de una gruesa compañía
de bien armada gente le sacaron
a padecer la muerte consentida,
con esperanza ya de mejor vida.
Descalzo, destocado, a pie, desnudo,
dos pesadas cadenas arrastrando,
con una soga al cuello y grueso ñudo,
de la cual el verdugo iba tirando,
cercado en torno de armas y el menudo
pueblo detrás, mirando y remirando
si era posible aquello que pasaba
que, visto por los ojos, aún dudaba.
Desta manera, pues, llegó al tablado,
que estaba un tiro de arco del asiento
media pica del suelo levantado,
de todas partes a la vista esento;
donde con el esfuerzo acostumbrado,
sin mudanza y señal de sentimiento,
por la escala subió tan desenvuelto
como si de prisiones fuera suelto.
Puesto ya en lo más alto, revolviendo
a un lado y otro la serena frente,
estuvo allí parado un rato viendo
el gran concurso y multitud de gente,
que el increíble caso y estupendo
atónita miraba atentamente,
teniendo a maravilla y gran espanto
haber podido la fortuna tanto.
Llegóse él mismo al palo donde había
de ser la atroz sentencia ejecutada
con un semblante tal, que parecía
tener aquel terrible trance en nada,
diciendo: " Pues el hado y suerte mía
me tienen esta muerte aparejada,
venga, que yo la pido, yo la quiero
que ningún mal hay grande, si es postrero."
Luego llegó el verdugo diligente,
que era un negro gelofo, mal vestido,
el cual viéndole el bárbaro presente
para darle la muerte prevenido,
bien que con rostro y ánimo paciente
las afrentas de más había sufrido,
sufrir no pudo aquella, aunque postrera,
diciendo en alta voz desta manera;
" ¿ Cómo que en christiandad y pecho honrados
cabe cosa tan fuera de medida,
que a un hombre como yo tan señalado
le dé muerte una mano así abatida ?.
Basta, basta morir al más culpado,
que al fin todo se paga con la vida;
y es usar deste término conmigo
inhumana venganza y no castigo.
" ¿ No hubiera alguna espada aquí de cuantas
contra mí se arrancaron a porfía,
que usada a nuestras míseras gargantas,
cercenara de un golpe aquesta mía ?
Que aunque ensaye su fuerza en mí de tantas
maneras la fortuna en este día
acabar no podrá que bruta mano
toque al gran General Caupolicano."
Esto dicho y alzando el pie derecho
( aunque de las cadenas impedido )
dio tal coz al verdugo que gran trecho
le echó rodando abajo mal herido;
reprehendido el impaciente hecho,
y él del súbito enojo reducido,
le sentaron después con poca ayuda
sobre la punta de la estaca aguda.
No el aguzado palo penetrante
por más que las entrañas le rompiese
barrenándole el cuerpo, fue bastante
a que al dolor intenso se rindiese:
que con sereno término y semblante,
sin que labrio ni ceja retorciese,
sosegado quedó de la manera
que si asentado en tálamo estuviera.
En esto, seis flecheros señalados,
que prevenidos para aquello estaban
treinta pasos de trecho, desviados
por orden y de espacio le tiraban;
y aunque en toda maldad ejercitados,
al despedir la flecha vacilaban,
temiendo poner mano en un tal hombre
de tanta autoridad y tan gran nombre.
Mas Fortuna cruel, que ya tenía
tan poco por hacer y tanto hecho,
si tiro alguno avieso allí salía,
forzando el curso le traía derecho
y en breve, sin dejar parte vacía,
de cien flechas quedó pasado el pecho,
por do aquel grande espíritu echó fuera,
que por menos heridas no cupiera.
Paréceme que siento enternecido
al más cruel y endurecido oyente
deste bárbaro caso referido
al cual, Señor, no estuve yo presente,
que a la nueva conquista había partido
de la remota y nunca vista gente;
que si yo a la sazón allí estuviera,
la cruda ejecución se suspendiera.
Quedó abiertos los ojos y de suerte
que por vivo llegaban a mirarle,
que la amarilla y afeada muerte
no pudo aún puesto allí desfigurarle.
Era el miedo en los bárbaros tan fuerte
que no osaban dejar de respetarle,
ni allí se vio en alguno tal denuedo,
que puesto cerca dél no hubiese miedo.
La voladora fama presurosa
derramó por la tierra en un momento
la no pensada muerte ignominiosa,
causando alteración y movimiento.
Luego la tuba, incrédula y dudosa,
con nueva turbación y desatiento
corre con priesa y corazón incierto
a ver si era verdad que fuese muerto.
Era el número tanto que bajaba
del contorno y distrito comarcano,
que en ancha y apiñada rueda estaba
siempre cubierto el espacio llano.
Crédito allí a la vista no se daba
si ya no le tocaban con la mano
y aún tocado, después les parecía
que era cosa de sueño o fantasía.
No la afrentosa muerte impertinente
para temor del pueblo esecutada
ni la falta de un hombre así eminente
( en que nuestra esperanza iba fundada )
amedrentó ni acobardó la gente;
antes de aquella injuria provocada
a la cruel satisfación aspira,
llena de nueva rabia y mayor ira.
Unos con sed rabiosa de venganza
por la afrenta y oprobio recebido,
otros con la codicia y esperanza
del oficio y bastón ya pretendido,
antes que sosegase la tardanza
el ánimo del pueblo removido,
daban calor y fuerzas a la guerra
incitando a furor toda la tierra.
Si hubiese de escribir la bravería
de Tucapel, de Rengo y Lepomande,
Orompello, Lincoya y Lebopía,
Purén, Cayocupil y Mareande,
en un espacio largo no podría
y fuera menester libro más grande,
que cada cual con hervoroso afecto
pretende allí y aspira a ser electo.
Pero el cacique Colocolo, viendo
el daño de los muchos pretendientes,
como prudente y sabio conociendo
pocos para el gran cargo suficientes,
su anciana gravedad interponiendo
les hizo mensajeros diligentes
para que se juntasen a consulta
en lugar apartado y parte oculta.
Los que abreviar el tiempo deseaban,
luego para la junta se aprestaron,
y muchos, recelando que tardaban,
la diligencia y paso apresuraron;
otros que a otro camino enderezaban,
por no se declarar no rehusaron,
siguiendo sin faltar un hombre solo
el sabio parecer de Colocolo.
Fue entre ellos acordado que viniesen
solos, a la ligera, sin bullicio,
porque los enemigos no tuviesen
de aquella nueva junta algún indicio,
haciendo que de todas partes fuesen
indios que con industria y artificio
instasen en la paz siempre ofrecida,
con muestra humilde y contrición fingida.
El plazo puesto y sitio señalado
en un cómodo valle y escondido,
la convocada gente del Senado
al término llegó constituido;
y entre ellos Tucapel determinado
do por bien o por mal ser elegido,
y otros que con menores fundamentos,
mostraban sus preñados pensamientos.
Siento fraguarse nuevas disensiones,
moverse gran discordia y diferencia,
hervir con ambición los corazones,
brotar el odio antiguo y competencia;
variar los designios y opiniones
sin manera o señal de conveniencia,
fundando cada cual su desvarío
en la fuerza del brazo y albedrío.
Entrados, como digo, en el consejo,
los caciques y nobles congregados,
todos con sus insignias y aparejo,
según su antigua preeminencia armados,
Colocolo, sagaz y cauto viejo,
viéndolos en los rostros demudados,
aunque aguardaba a la sazón postrera,
adelantó la voz desta manera.
Pero si no os cansáis, Señor, primero
que os diga lo que dijo Colocolo,
tomar otro camino largo quiero
y volver el designio a nuestro polo.
Que aunque a deciros mucho me profiero,
el sujeto que tomo basta solo
a levantar mi baja voz cansada
de materia hasta aquí necesitada.
Mas si me dais licencia yo querría
( para que más a tiempo esto refiera)
alcanzar, si pudiese, a don García
aunque es diversa y larga la carrera;
el cual en el turbado reino había
reformado los pueblos de manera
que puso con solícito cuidado
la justicia y gobierno en buen estado.
Pasó de Villarrica el fértil llano
que tiene al sur el gran volcán vecino,
fragua ( según afirman ) de Vulcano,
que regoldando fuego está contino.
De allí volviendo por la diestra mano,
visitando la tierra al cabo vino
al ancho lago y gran desaguadero,
término de Valdivia y fin postrero,
donde también llegué, que sus pisadas
sin descansar un punto voy siguiendo,
y de las más ciudades convocadas
iban gentes en número acudiendo
pláticas en conquistas y jornadas;
y así el tumulto bélico creciendo
en sordo són confuso ribombaba
y el vecino contorno amedrentaba;
que arrebatado del ligero viento,
y por la fama lejos esparcido,
hirió el desapacible y duro acento
de los remotos indios el oído;
los cuales, con turbado sentimiento,
huyen del nuevo y fiero són temido
cual medrosas ovejas derramadas
del aullido del lobo amedrentadas.
Nunca el escuro y tenebroso velo
de nubes congregadas de repente,
ni presto rayo que rasgando el cielo
baja tronando envuelto en llama ardiente,
ni terremoto cuando tiembla en suelo,
turba y atemoriza así a la gente,
como el horrible estruendo de la guerra
turbó y amedrentó toda la tierra.
Quién sin duda publica que ya entraban
destruyendo ganados y comidas;
quién que la tierra y pueblos saqueaban
privando a los caciques de las vidas;
quién que a las nobles dueñas deshonraban
y forzaban las hijas recogidas,
haciendo otros insultos y maldades
sin reservar lugar, sexo ni edades.
Crece el desorden, crece el descontento
con cada cosa que la fama aumenta,
teniendo y afirmando por muy cierto
cuanto el triste temor les representa.
Sólo el salvarse les parece incierto
y esto los atribula y atormenta;
allá corren gritando, acá revuelven,
todos lo creen y en nada se resuelven.
Mas luego que el temor desatinado
que la gente llevaba derramada
dejó en ella lugar desocupado
por donde la razón hallase entrada,
el atónito pueblo reportado,
su total perdición considerada,
se junta a consultar en este medio
las cosas importantes al remedio.
Hallóse en este vario ayuntamiento
Tunconabala, plático soldado,
persona de valor y entendimiento,
en la araucana escuela dotrinado,
que por cierta quistión y acaecimiento
de su tierra y parientes desterrados,
se redujo a doméstico ejercicio,
huyendo el trato bélico y bullicio.
El cual, viendo en el pueblo diferente
el miedo grande y confusión que había,
pues sin oír trompeta ni ver gente
le espantaba su misma vocería,
en un lugar capaz y conveniente
junta toda la noble compañía.
Sosegado el rumor y alteraciones,
les comenzó a decir estas razones:
" Escusado es, amigos, que yo os diga
el peligroso punto en que nos vemos
por esta gente pérfida enemiga
que ya, cierto, a las puertas la tenemos;
pues el temor que a todos nos fatiga,
nos apremia y constriñe a que entreguemos
la libertad y casas al tirano,
dándole entrada libre y paso llano.
" ¿ A qué fosado muro o antepecho,
a qué fuerza o ciudad, a qué castillo
os podéis retirar en este estrecho,
que baste sola una hora a resistillo ?
Si queréis hacer rostro y mostrar pecho,
desnudo le ofrecemos el cuchillo,
pues nos coge esta furia repentina
sin armas, capitán, ni diciplina.
" Que estos barbudos crueles y terribles
del bien universal usurpadores,
son fuertes, poderosos, invencibles,
y en todas sus empresas vencedores;
arrojan rayos con estruendo horribles,
pelean sobre animales corredores,
grandes, bravos, feroces y alentados,
de solo el pensamiento gobernados.
" Y pues contra sus armas y fiereza
defensa no tenéis de fuerza o muro,
la industria ha de suplir nuestra flaqueza
y prevenir con tiempo el mal futuro;
que mostrando doméstica llaneza
les podéis prometer paso seguro,
como a nación vecina y gente amiga,
que la promesa en daño a nadie obliga,
" haciendo en este tiempo limitado
retirar con silencio y buena maña
la ropa, provisiones y ganado
al último rincón de la montaña,
dejando el alimento tan tasado,
que vengan a entender que esta campaña
es estéril, es seca y mal templada,
de gente pobre y mísera habitada.
" Porque estos insaciables avarientos,
viendo la tierra pobre y poca presa,
sin duda mudarán los pensamientos
dejando por inútil esta empresa;
y la falta de gente y bastimentos
los echará deste distrito apriesa,
guiados por la breña y gran recuesto
de do quizá no volverán tan presto.
" Tenéis de Ancud el paso y estrecheza
cerrado de peñascos y jarales,
por do quiso impedir naturaleza
el trato a los vecinos naturales;
cuya espesura grande y aspereza
aún no pueden romper los animales,
y las aves alígeras del cielo
sienten trabajo en el pasarle a vuelo.
" Llevados por aquí, sin duda creo
que viendo el alto monte peligroso
corregirán el ímpetu y deseo,
volviendo atrás el paso presuroso.
Y si quieren buscar algún rodeo,
desviarse de aquí será forzoso,
dejando esta región por miserable
libre de su insolencia intolerable.
" Y aunque la libertad y vida mía
sé que corre peligro en el viaje,
con rústica y desnuda compañía
salir quiero encontrarlos al pasaje,
y fingiendo ignorancia y alegría,
vestido de grosero y pobre traje,
ofrecerles en don una miseria
que arguya y dé a entender nuestra laceria.
" Quizá viendo el trabajo y poco fruto
que se puede esperar de la pobreza,
la estéril tierra y mísero tributo,
el linaje de gente y rustiqueza,
mudarán el intento resoluto
que es de buscar haciendas y riqueza,
haciéndoles volver con maña y arte
las armas y designios a otra parte."
No acabó su razón el indio cuando
se levantó un rumor entre la gente
al parecer a voces aprobando,
sin mostrarse ninguno diferente;
y así la ejecución apresurando
en lo ya consultado conveniente,
corrieron al efecto, retirados
los muebles, vituallas y ganados.
Ya el español con la presteza usada
al último confín había venido,
dando remate a la postrer jornada
del límite hasta allí constituido;
y puesto el pie en la raya señalada,
el presuroso paso suspendido,
dijo ( si ya escucharlo no os enoja )
lo que el canto dirá, vuelta la hoja.
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