sabato 3 dicembre 2011

Orígenes y verdades (Continuación)

Si queremos conocer la verdad debemos sentirnos ante el deber de abrir más nuestra mente, y ser más universales y apreciativos de esa misma verdad que buscamos, sin importar donde aparezca, ni quien pueda ser su dueño. Se ha tratado de sembrar en nosotros admiración y aprecio por lo que viene de Europa, y de afirmar nuestras raíces occidentales ¿Pero quiénes forman estas raíces? Fueron tan sólo intelectuales que en el mejor de los casos intentaron comprender alguna verdad, y en el mayor de ellos, sólo estaban detrás de prestigio y dinero, pero en ambos casos, y siendo muy generosos, sólo alcanzaron pequeños vislumbres de verdades que tanto en el oriente como en muchas de nuestras culturas de América, ya eran más que conocidas y practicadas.
Prueba de ello fue el furor que causó en los europeos los condimentos, las sedas, perfumes y artesanías de la India. Eran como pigmeos descubriendo la sal. Lo mismo sucedió en el campo de la filosofía y la cultura, y así, los filósofos que más lucieron en Europa son los que más se acercaron a las ideas de Oriente. Notables a este respecto son Schopenhauer, Hegel, Hoelderlin, Nietzsche, Carl Jung, entre muchos otros. Pero nuestra intención no es la de criticar sino la de encontrar nuestros orígenes naturales, y entender, con buena voluntad y alegría, que pertenecemos todos a una gran cultura, que somos una gran familia.
Diría que esta cultura es la de la humanidad y para nuestra gran familia humana. Así como recibimos un cuerpo, mente, e inteligencia de Dios, y así como de Él recibimos todo tipo de verduras, cereales, hierbas medicinales, fibras naturales, para atender los menesteres del cuerpo; energías como el sol, el viento, el agua, y animales como el toro y el caballo para ayudar en el trabajo; es muy razonable y hasta un deber admitir que también debió darnos algo para satisfacer necesidades más importantes y elevadas, como son las de la inteligencia y el espíritu.
En otras palabras, Dios no sólo nos crea con deseos y necesidades, sino también nos da los medios y recursos para satisfacernos. Es natural y lógico ver las cosas de esta manera y por ello al hombre de oriente, o más precisamente, al hombre de la cultura Védica, no le costaba aceptar la realidad de un conocimiento superior, revelado, y perfecto, dado por Dios para satisfacer las inquietudes del espíritu, y que orientaba al hombre en todos los aspectos y necesidades de la vida.
De esta manera, así como no podemos decir que el aire es el derecho de un solo pueblo, o los rayos del sol, o los cereales del campo; del mismo modo no podemos decir que los Vedas son sólo para cierto grupo étnico. La verdad y el saber son para todos. Dos más dos son cuatro para todos los pueblos y tiempos.Sin embargo no faltan las personas con espíritu provinciano que tratan de adueñarse de la verdad y de administrarla a su gusto y gana, pero eso es tan absurdo como pretender guardar una canción en una caja.
La verdad sólo pertenece a quienes la buscan con sinceridad, no pertenece a ninguna institución ni iglesia, ni a los científicos pragmáticos. Existe desde siempre, junto con la creación del hombre, así como el aire. Con estas palabras nos acercamos a definir la finalidad de este trabajo, que es probar que nuestras raíces vienen del oriente, pero no olvidemos que lugares como India poseen una cultura de origen divino, que Dios reveló para todos los hombres. Esta cultura se extendió en distintos grados y medidas por el mundo entero, y hoy se preserva hasta cierto punto en ese país de oriente. Estamos seguros que en la medida que progrese en la lectura de este artículo, no le quedarán dudas de que las culturas de los indios de América provinieron del oriente.

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