domenica 30 ottobre 2011

Chile: corrupción y poder


Resumen: Todo poder conlleva elementos de corrupción. Este artículo pretende establecer comparaciones históricas respecto de la perversión de las instituciones, en distintos períodos de nuestro pasado republicano. Si bien la tiranía de Pinochet va a ser recordada como la más criminal y  expoliadora de la historia de Chile, en menor grado y brutalidad,  la carencia de probidad existió a lo largo de nuestra historia. Este estudio pretende desmitificar la visión de un Chile republicano probo, es decir, carente de  malversación y cohecho. El mito de la excepcionalidad de Chile respecto a la probidad  es una  invención de la historiografía  conservadora que exalta al autoritarismo de  los gobiernos portalianos, vilipendiando el avance democrático en el siglo XX. El autor pretende  probar  la falacia de tal visón: si bien es cierto que en nuestra historia hay períodos de  mayor corrupción política como es el caso del parlamentarismo 1891- 1925, tan parecido a la actual transición 1990 –2005, en la actualidad existe la misma relación entre negocios individuales y política, el mismo reinado absoluto de los partidos, el mismo sistema electoral y el mismo desprestigio de los políticos.

Palabras Claves: Estudio  histórico comparativo, poder, corrupción, oligarquía, desmitificar.





Abstract: All power carries along elements of corruption. This article pretends to establish historical comparisons showing political perversions in different periods of our republican past. There is no doubt that Pinochet´s tirany will be remembered as the most criminal and abusive in Chilean’s history, but brutality and lack of honesty has existed on a lesser scale in our country throughout history. This investigation pretends to eliminate the vision of an honest republican Chile, free of illegal lobbying and fraud.  The myth of Chile´s exceptional honesty is a creation of its conservative historiography that magnifies the Portalian governments authoritarianism, misrepresenting the democratic advances of the twentieth century. The author intends to prove the lies behind this vision: for even though it is true that in our history there have existed periods of major political corruption as is the case of Chile’s parlamentarism between 1891 and 1925, so similar to the actual transition of 1990-2005, the same relationship exists now, between individual business and politics, the same absolute power of political parties, the same voting system, and the same lack of politician’s prestige.

Keywords: Comparative historical studies, power, corruption, oligarchy, demystification.








Introducción



“Gobiernos dignos y timoratos, donde haya quesos no mandéis gatos”.

Rafael Pombo, fabulista colombiano



 “El régimen electoral estaba completamente podrido. La elección  no dependía  de los electores, sino de la mayoría de las  municipalidades que organizaba el poder electoral, la cuestión era obtener la mayoría en las juntas receptoras de sufragios y contar con una persona para  cambiar el resultado de la elección si no le era favorable”.

Manuel Rivas Vicuña, 1938



Cuando Francisco Villa y Emiliano Zapata se apropiaron de Ciudad de México, Pancho Villa le ofreció a Zapata sentarse en el trono presidencial; el líder campesino se negó aduciendo que un hombre entra bueno al mando pero sale malo. Esta versión presenta al poder político como un sujeto que  descompone,  necesariamente, a las personas que lo detentan, por eso se dice que el poder absoluto corrompe absolutamente.



Escribo estas líneas el día en que, producto de un trabajo paciente, el Juez Sergio Muñoz ha determinado someter a proceso a Lucía Hiriart y a su hijo Marco Antonio, por complicidad en la evasión tributaria. Después de años de años de eludir la justicia, no pocas veces ayudado por el gobierno de la Concertación, la familia del dictador Pinochet cae, acusada de un delito económico develado por una comisión del senado norteamericano que, aplicando la ley patriótica, interviene cuentas de dictadores que lavaban dinero. Al comienzo, la cifra ascendía a ocho millones de dólares y, actualmente, el juez ha detectado hasta ahora un capital de más de veinticinco millones de dólares. Nadie sabe a cuánto ascenderá, ni mucho menos cuál es el origen de estos dineros y quiénes están asociados a las manipulaciones de más de noventa y ocho cuentas, con nombres reales y supuestos.



La actitud de quienes se beneficiaron con tan abyecta, ladrona y criminal dictadura es de lo más extraña: la mayoría de sus ex ministros Chicago Boys no se atreven a solidarizar con su benefactor de antaño. Algunos, como Joaquín Lavín, reniegan de él; otros, cual fariseos modernos, pretextan no haber sabido que Pinochet había depredado el patrimonio nacional. Ninguna de estas actitudes puede llamarnos la atención en un Chile tan inmoral y de doble estándar, como el que vivimos.  Los militares siempre han sido la carne de cañón cuando los ricachones tienen miedo de perder sus bienes mal habidos. Pinochet no se conformó con ser el carnicero de la burguesía sino que, además, se robó una buena parte del baile de millones extraídos de las arcas fiscales. El trabajo sucio estaba  hecho, y la derecha económica se apropió,  a precio de huevo, de las empresas fiscales. Ponce Lerou, yerno del tirano, es dueño del salitre; los Chispas de Enersis; Los Chicago Boys, del  resto de las empresas del Estado. Universidades, ISAPRES y AFP’s forman parte del imperio de la derecha,  ahora “democrática y amnésica”.



Si revisamos la prensa del período de la transición, descubriremos que está plagada de escándalos referidos al mal uso de fondos fiscales. Los gobiernos concertacionistas estuvieron dominados por el miedo a los poderes fácticos: desde el comienzo eligieron el camino de transar con ellos para sobrevivir, al igual que los secuestrados, el famoso síndrome de Estocolmo los llevó a depender de sus torturadores. Sólo así puede explicarse que Eduardo Frei Frei Ruiz-Tagle no tuviera ninguna vergüenza para aceptar la senaduría vitalicia y, ante la amenaza de los militares, pidiera al Consejo de Defensa del Estado se desistiera de una querella contra Augusto Pinochet Hiriart, por haber estafado a FAMAE en varios millones de dólares.



Abandonado el espíritu republicano que supone virtud, cada día la política se divorcia más de la ética y aparecen distintos escándalos, cuya repercusión es aprovechada por aquellos que, en la dictadura, saquearon al Estado. A finales el gobierno de Patricio Aylwin, un funcionario de CODELCO, Juan Pablo Dávila, se lleva a su casa el computador de la empresa, y en una venta de cobre, a futuro, desfalca al fisco en más de doscientos dieciocho millones de dólares, de los cuales han sido recuperados sólo cincuenta y ocho millones. Como moderno Tartufo, se transforma en predicador protestante, después de haber pagado con penas de sólo tres años de cárcel, por fraude tributario. Su jefe, el demócrata cristiano Alejandro Noemí, se lava las manos, cual Pilatos.



El gobierno de Eduardo Frei hijo, que terminó en un desastre económico, fue el más frío de los presidentes de la Concertación, respecto de los derechos humanos, incluso  se negó a  recibir a los familiares de detenidos desaparecidos durante todo su gobierno, y sólo los recibió en los últimos días de  su mandato. Sin embargo, la empresa COPEVA, de uno de los hermanos del ministro de defensa, Edmundo Pérez se adjudicó, sobre la base del nepotismo, la construcción de viviendas sociales, en Puente Alto, casas que se anegaron con la primera lluvia y que luego fueron cubiertas por plásticos, parecidos a condones.



Faltaba el gobierno de un socialista: Ricardo Lagos fue elegido con una estrecha mayoría sobre el candidato de derecha, Joaquín Lavín. Los dos primeros años del gobierno de Lagos fueron un verdadero desastre y explotó una seguidilla de escándalos: la empresa Gate, que trabajaba con el MOP fue acusada por la ministra de la Corte de desvío de fondos para pagar sobresueldos; hasta el día de hoy el juicio continúa; Inverlink robó a la CORFO más de doscientos millones de dólares e, incluso, el ex ministro Álvaro García, ahora embajador en Suecia, engañó a la municipalidad de Viña del Mar, y cinco diputados fueron acusados de coimas por un plantero de Rancagua.



Patricio Orellana, el más importante de los investigadores sobre ética pública en Chile, se ha dedicado al estudio de la corrupción en el país. En un artículo publicado en la Revista Polis No.8, 2004, plantea tres tesis que orientan su investigación:  la primera, señala que Chile tiene una larga historia de probidad pública; la segunda, que con la dictadura militar, 1973-1990, se produce el quiebre de esta tendencia; y la tercera, afirma que, actualmente, hay un proceso de generalización de la corrupción política y administrativa. Coincido con su planteamiento en que las dos últimas tesis están completamente probadas, pero la primera me perece discutible: es evidente que los casos de corrupción en el Chile republicano son significativamente menores que los ocurridos durante la dictadura militar, 1973-1990,  y en su apéndice, de la democracia tutelada. Pero, me cuesta aceptar la tesis de que las instituciones chilenas, en el siglo XIX y comienzos del XX, carecieran completamente de atisbos de corrupción, tesis que sostuvieron historiadores conservadores, ampliamente difundidos, como Francisco Antonio Encina, Gonzalo Vial, y otros, que construyeron una verdadera mitología del Chile del siglo XIX; gobernantes autoritarios como Portales y Montt fueron presentados como un dechado de virtudes republicanas,  así se dice que don Diego se abstenía de cobrar su sueldo y no tenía dinero para cigarrillos, por ejemplo. Para Francisco Encina, las acusaciones de malversación, en su mayoría, eran sólo envidia o mala intención de lenguas viperinas. Sergio Villalobos y Julio Heise difunden una verdadera apología de nuestra burguesía católica, en el sentido de pregonar su honestidad en asuntos económicos.



Si bien es cierto que el  presidente  más ladrón  de nuestra historia es Pinochet,  la mayoría, (salvo el especulador Juan Luis Sanfuentes), terminó su gobierno en la pobreza. Los  poderes colegiados, tanto el legislativo, como el judicial, en importantes períodos de nuestra historia, a partir de la Guerra del Pacífico, fueron acusados de corrupción y prevaricación. El historiador Hernán Ramírez, en su libro Balmaceda y la contrarrevolución, de 1891, entrega una larga lista de congresistas que, en su mayoría abogados, estuvieron al servicio de los dineros corruptores de las diversas compañías inglesas del salitre; incluso los contradictores de Ramírez como Blakemore, quien -con razón- refuta el sectario monocausalismo economicista de Ramírez, para explicar la revolución, sin embargo, no niega el servicio prestado por los abogados congresistas a las empresas mineras inglesas.



En el parlamentarismo la corrupción llega a su más alto grado: la burguesía se dedica a la especulación bursátil para mantener su alto nivel de vida, inventando falsas empresas que a la primera baja de la bolsa, se desvanecen como pompas de jabón, dejando en la miseria a sus accionistas.



En el presente trabajo abarcaremos la corrupción desde distintos puntos de vista. En primer lugar, se expondrá la manipulación de la voluntad popular en el período autoritario y liberal, por la intervención de los gobernadores en las mesas electorales;  en el parlamentarismo hasta 1958, por el cohecho, el voto de los muertos y las encerronas;  y el sistema binominal que hace completamente inútil la elección de senadores y deja el sistema político en manos de los partidos.



Segundo, nos referiremos a la relación entre la política y los negocios, que incluirá la apropiación de terrenos salitreros por parte de diputados y senadores, la entrega de las tierras magallánicas y de la araucanía a privilegiados jerarcas políticos, los abusos de los amigos de Arturo Alessandri, en la execrable camarilla y, por último, las relaciones actuales entre los negocios y la política.



Tercero, examinaremos la corrupción administrativa, fundamentalmente del poder judicial, la prevaricación y el sometimiento al poder político.

 

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