¿Cómo encontraba usted al Presidente Allende?
Yo lo encontraba un farsante, a pesar de todo lo que sabía, pero como era mi superior me quedaba callado porque nunca he hablado mal de un superior.
Pero él lo trataba con mucho respeto a usted...
Me trataba con mucho respeto, era muy afectuoso, pero yo sabía que él decía de mi: “Este milico se lleva pensando en puros juegos de guerra, no más.”
¿Cree usted que Allende fue mal gobernante o sus partidarios fueron los que lo llevaron al precipicio?
Yo creo que hubo una conjunción de hechos, no podemos echarles la culpa a unos o a otros.
¿Hubo una sumatoria de hechos?
Sí. Fue el sistema el que los llevó a todos a la ruina. El marxista leninista es un sistema que le quita la iniciativa a la gente, nadie tiene interés por progresar ni avanzar, salvo los comunistas, que quieren adquirir cada vez más poder. La conformación del hombre nuevo es sólo un decir de ellos, algo que pregonan; pero por otro lado dejan que la producción, el avance económico del país se vaya estancando y caiga. De todos los sistemas, el más malo es el estatal o estatista, como quieran llamarlo, porque le quita la iniciativa al trabajador; no deja avanzar al hombre de empresa; no hay competencia puesto que ella termina porque el gobierno es el que rige los precios: también hay mucho elemento ocioso. Si no hay iniciativa todo se va desmoronando. Usted puede ver las casas que estuvieron bajo la acción de los comunistas de la Europa Oriental y se va a dar cuenta que las poblaciones construidas por ellos son una mugre.
¿Fue un fracaso el gobierno de Allende?
Claro, terminó en un fracaso. Cualquier empresa, donde no hay iniciativa, no hay movimiento, fracasa como ocurrió con el régimen marxista de Allende. Nos guardábamos la producción del país, encerrados entre cuatro paredes para dar mayor cantidad de muebles, electrónicos, pero si no se mantiene el capital, eso se derrumba.
¿Era usted un militar golpista?
No era militar golpista y no me gustaban los golpes. Yo había leído historia, por ejemplo, del primer golpista que tuvimos aquí en Chile, que fue el general Figuera, que se levantó contra el gobierno de Carrera. Y después tuvimos muchos golpistas..., muchos. La última vez que hubo un intento de golpe en agosto de 1939, cuando los ibañistas, que habían apoyado al radical Pedro Aguirre Cerda, en 1938, buscaron el rompimiento a través de un pronunciamiento militar a través del jefe de la Segunda División del Ejército, general Ariosto Herrera Ramírez. El gobierno supo del movimiento y lo aplastó. Herrera fue apresado y el general Carlos Ibáñez se refugió en la embajada de Paraguay.
¿Qué le responde a los que aún sostienen que usted fue un general golpista?
Le repito, yo no soy ni fui un militar golpista. Pero cuando en 1973 vi las posibilidades de guerra civil, el armamento ilegal que llegaba secretamente al país, el acta de Chillán, las disertaciones que hacía el señor Allende en Cuba, la destrucción de todo aparato productivo del país, y la tentativa de marxismo de infiltrarse en las Fuerzas Armadas, tuve que decidir si debía ser más leal con la patria o con el presidente. Y el país estaba primero, porque además, en caso contrario, se produciría la destrucción de Chile como nación soberana.
¿Cuántos extranjeros estaban actuando ilegalmente en Chile?
Cuando nos hicimos cargo del gobierno el once de septiembre de 1973, a lo menos había quince mil extranjeros que no habían venido precisamente a turistear, sino a participar en la subversión y a lograr que se desencadenara una guerra civil en Chile para imponer la dictadura del proletariado. Eso fue lo que las Fuerzas Armadas y de Orden evitamos. Ese once de septiembre encontramos los más importantes arsenales en la Moneda y en la residencia de Allende. Como lo digo en el libro El día decisivo, comprobamos que la mayoría del armamento encontrado era de procedencia soviética, pero también tenían equipo cubano y bombas hechas en Chile. En los primeros días descubrimos cuarenta y cinco mil revólveres de diferentes calibres, cuarenta mil pistolas, diez mil pistolas ametralladoras, doce mil fusiles de combate, además de quinientos lanzacohetes, cañones antitanques y lanza llamas. Todo eso tenían una enorme cantidad de munición. Más tarde según documentos de inteligencia del Ejército, continuaron entrando armas por la costa del país. Ellas procedían de Cuba y de la Unión Soviética. 1974 fue un año en que entró mucho armamento para los subversivos que continuaban luchando contra el gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden. ¡De eso la gente no se acuerda. Tampoco se acuerdan de todo el armamento que los subversivos marxistas internaron por Carrizal Bajo, encontrado en 1986 y que estaba destinado a provocar una verdadera guerra civil!
¿Cómo recuerda usted a Fidel Castro?
Lo recuerdo como a una persona “grandota” que hablaba todo el día; “no le paraba la lengua”. Tenía una capacidad de hablar salvaje, siempre haciendo demagogia. Un día -de las pocas veces en que tuve ocasión de hablar con él-, me dijo: “Usted tiene auto, son mejores las guaguas (autobuses).”
¿A usted le tocó ser edecán de Fidel Castro?
Noooo. Yo era Comandante de la Guarnición de Santiago y tuve que poner las tropas. Me tocó estar cuando hubo un desfile, pero le hablé poco.
¿Nunca le gustó Fidel Castro?
No.
¿Estaba usted participando en reuniones...?
Era imposible no asistir a reuniones, no conversar con los oficiales, no ver las noticias, no saber que los marxistas se estaban armando, que el conflicto cada día se profundizaba más que el gobierno ya envuelto en una crisis política, económica, social y de convivencia gigantesca, estaba intentando dividir a las Fuerzas Armadas con lo cual podía venir una guerra civil sangrienta... Eran miles los guerrilleros extranjeros, no me cansaré de recordarlo para los que tienen mala memoria.
Es cierto que en agosto de 1973 la señora Lucía le dijo a usted:
“¿Te das cuenta, Augusto, de que nuestros nietos van a vivir la opresión marxista?”
Sí, eso es cierto. Una noche que me estaba acostando, ella me llamó: “Augusto”, me dijo, “ven un momento”. Yo pensé que algo raro estaba pasando en la casa; cuando llegamos al dormitorio donde estaban durmiendo mis dos nietos mayores, entonces me dijo: “Mira a tus nietos, estos niños van a estar condenados a ser esclavos del comunismo y tú no haces nada”. Lo único que respondí yo fue: -Tenga paciencia, hija; tenga fe en Dios.
Cuando ella insistió, le repliqué: -Mire, lo único que puedo decirle es que tenga confianza en mi.
Usted llegó al poder en un momento bien determinado, con características que todos conocemos. ¿Se imaginó que su gobierno duraría diecisiete años?
En ese momento no creí que duraría tanto tiempo. Primero pensé que se podía arreglar fácilmente este asunto, que se podía entregar el poder en cinco, seis, siete, ocho, diez años; pero nos encontramos con muchos problemas, con una situación económica desastrosa. Este país estaba “podrido” y como no tenía plata, los políticos de turno sólo iban girando el papel moneda, girando billetes, dándole trabajo a la gente que sobraba en esos puestos. No se producía lo suficiente para hacer surgir a este país. Nosotros las fuerzas armadas y de orden, cambiamos la economía, porque muchos teníamos concepciones distintas...Si usted analiza la economía socialista, llegará a la conclusión de que detrás de cada ciudadano debe poner un fusil; si no hace las cosas, le pegan un balazo . ¡Esa es la economía socialista! Hacer las cosas por la fuerza y no trabajar para uno sino para el Estado. En la economía libre, en cambio, todos quieren ganar porque al trabajar para ellos mismos tendrán un rendimiento mayor y la plata les servirá para sus familias.
Fragmentos intercalados del libro
Oryazún, María Eugenia
1999 Augusto Pinochet: Diálogos con su historia. Conversaciones Inéditas. Santiago, Editorial Sudamericana.
Nessun commento:
Posta un commento