
Los mapuches desplazaron a la población autóctona hacia el norte y el sur del territorio que pasaron a dominar. Del mismo modo que a sí mismos se consideraban «gente de la tierra» (significado de mapuche en su lengua), denominaron a sus vecinos picunches, «gentes del norte», y huilliches, «gentes del sur». Picunches, o picones, y huilliches presentan elementos culturales comunes, aunque tuvieran una evolución dispar favorecida por la fragmentación del espacio chileno, el distanciamiento que supuso la inserción de los mapuches y la fusión con otros pueblos como consecuencia de sus respectivos desplazamientos. Ambos aparecen emparentados con la «gente de los túmulos» y conservaban rasgos de la civilización chincha-ataca-meña-diaguita. Por otra parte, la denominación bajo la cual se conoce a estos pueblos autóctonos es meramente designativa y, como se ha dicho, fue empleada por los mapuches en un sentido geográfico y en una doble acepción: de un lado, designa a grupos vecinos diferentes, no mapuches; pero de otro, al identificar a la «gente de la tierra» con el clan consanguíneo que forma un poblado (su mapu) y que mantiene una misma filiación totémica, los otros mapuches eran también picunches o huilliches respecto al grupo del que se formaba parte.
En la zona alta andina de Chillan se establecieron los pehuenches, pueblo nómada que llegó del otro lado de los Andes. Recolectaban el fruto de la araucaria, el pifión opehuén, con el que elaboraban pan, vino y condimento. El nombre por el que se los conoce se lo dieron los mapuches y significa precisamente «gente del piñón». Sin embargo, su actividad principal era la caza, que practicaban usando boleadoras, es decir, piedras cubiertas de cuero unidas por dos tiras. Intercambiaban piñones, pieles, sal y tejidos con mapuches y picunches, con los cuales, en muchos casos, acabarían fundiéndose. Los mapuches denominaron puelches («hombres orientales») a sus congéneres de la cordillera andina.
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